Vamos a escribir sandeces: por ejemplo vamos a escribir que el cielo está oscuro y que puedo ver la ciudad a través de esta ventana, bañada de luces amarillas. Que puedo oír los sonidos de la noche, imaginarme que es lo que sucede en cada casa. El funcionamiento de las cosas que no entiendo me vuelve loca, intento pensar cómo sería un mundo en el que los sueños signifiquen algo más que imágenes en tu cabeza, recuerdos, intentos de situaciones que te gustarían que sean y no son.


Tonta noche que no dejas que vea más allá de esta penumbra, ¿será la muerte parecida a ti? ¿Será que puede encontrarse en un pedazo de cielo igual de negro, la desesperación, la melancolía o la paz que algunos tanto buscan?


Apuesto a que si caminara por una de esas calles, que desde aquí veo tan oscuras e hiciera ruido, el miedo me gritaría ¡cállate, va a pasarte algo! pero ya que importa, sino puedo sentir nada? En realidad, adoraría el momento en que ese “algo” suceda.
La palabra escrita no tiene peso, después de todo el papel lo soporta todo, entonces ¿qué es lo que hago escribiendo? pidiendo palabras al viento, a alguien que no quiere dármelas y que piensa que esto que hago es un juego. Entonces surge una pregunta ¿lo es? ¿Es un juego la vida?