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Inicio / Cuenteros Locales / sayari / I. José Carlos Mariátegui y la cultura andina. Introducción

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José Carlos Mariátegui es el mayor pensador marxista peruano. Escribió sus ensayos en los años veinte y treinta del siglo pasado. Su pensamiento y obra han jugado un rol preponderante en el país. Aqui, en tres o cuatro articulos, se comenta sus ideas en torno al tema cultural y el papel de Occidente en la construcción de la nación peruana.

En medio de voces que le asignan a la cultura un papel menor y al tema de la identidad una importancia mínima, aqui se trata estos aspectos a traves del pensamiento de este peruano ilustre.









Quien no puede imaginar el futuro, tampoco puede, por lo general, imaginar el pasado.José Carlos Mariátegui. 1927

Una de las manías recurrentes de la cultura latinoamericana ha sido la de definir su identidad, se trata de una pretensión inútil, peligrosa e imposible, pues la identidad es algo que tienen los individuos, no las colectividades una vez que superan los condicionamientos tribales. Únicamente en las comunidades más primitivas, donde el individuo solo existe como una parte de la tribu, tiene razón la idea de una identidad colectiva. Mario Vargas Llosa. 2009









Introducción






El ámbito cultural es un espacio subestimado, con frecuencia olvidado en el análisis de los procesos económicos y sociales. Se privilegia la estructura de clases, religión, teorías diversas, ratios, estadísticas y se olvida al ser humano que es en esencia una creación cultural; se soslaya que en nuestro país, y en muchos otros de pasado colonial, las clases sociales se definen como un haz unívoco con las filiaciones culturales. Los ensayistas, ideólogos, políticos, desarrollan y escriben sus ideas desde una posición de clase; pero, no siempre someten sus pareceres a una previa confesión de fe cultural; sin embargo, sus puntos de vista discurren, casi siempre inadvertidamente, por el firme cauce de sus naturales e íntimas vertientes culturales.

Es habitual recibir testimonios de filiación ideológica, política o religiosa, escaza es la confesión cultural; la consideramos definida a priori, como un hecho que a fuerza de la costumbre o del grado de alienación, no requiere ser demostrada. La cultura es como el agua que algún pez descubre como el principio de su existencia cuando se asoma por accidente a la atmósfera. No percatamos de sus perfiles y de los valores que la compone como resultado de una batalla personal que lleva a despojarnos de una suma de vestiduras ficticias que se superponen ocultando la cierta y verdadera. Es la superación de una especie de trastorno de la personalidad que ha disociado nuestro ser entre la realidad y la fantasía. Cuando logramos rehabilitar nuestro funcionamiento síquico se reubica en la conciencia nuestra natural y propia cultura, nos otorga identidad y armoniza nuestras vidas; se elimina la desgastante lucha entre lo que creímos ser y lo que somos. Muchos han alcanzado esta reintegración en el extranjero, visitando culturas occidentales que creían suya y que los ubica en sus extramuros marginales cuando es visitada, otros, la encuentran en el camino de la migración y el destierro interno.

La cultura es soslayada por lo inadvertido de su ropaje que nos cubre íntegros, callados o elocuentes, en quietud o movimiento. Es invisible sustrato que pocos hacen consciente y otros menos descubren fundamental. Sin embargo, por encima de rangos económicos o sociales nos hace evidentes y ciertos, bien si usamos idioma foráneo y costumbres ajenas o nos expresamos con la savia misma de nuestros orígenes. Esta realidad complejiza el análisis y las valoraciones acerca de esta antigua interrogante: ¿Quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos? Interpelación que nos cala hondo y nos obliga a seguir pensando el Perú, su destino, mientras sintamos que el país es aún espacio deshabitado de unidad, donde poco hemos construído para integrarnos en un todo básico y compartido que nos permita ser, desde allí, desde esa profunda realidad, lo que cada uno y cada colectividad social desee: distintas y genuinas formas de ser peruano y universal.

El modelo cultural tiene clara y directa responsabilidad en el modo en que nos vinculamos con la naturaleza y nos asociamos a otros seres para explotar y distribuir sus productos. La cultura es el contexto los confines que permiten expresar nuestra humanidad. Cualquier categoría social o económica, inclusive la territorial están influidas por la cultura; crea al humano y condiciona lo que quiere ser y será. En el Perú este divorcio entre el ser social y cultural ha creado diversas formas de alienación que han estructurado e influido nuestra sociedad y vidas de un modo dramático y decisivo. Nos hemos extraviado en lo que Octavio Paz llamó con precisión: el laberinto de la soledad, donde el descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia. Esta alterada percepción de nosotros mismos y de la realidad, producto de nuestra sujeción, tutela, mandato a los dominios de una cultura extraña e impuesta, ha subordinado y, en muchos aspectos, anulado esenciales formas personales y sociales de creatividad y eficacia productivas, ha cercenado expresiones sociales, artísticas, manifestaciones de vida personal y social.

Estamos distanciados de la cultura originaria y de las condiciones que ella conserva para generar un mejor entendimiento de nuestra propia humanidad y de la naturaleza que nos rodea. La cultura cierta, objetivamente nuestra, que envuelve y tiñe de un color básico y uniforme a toda la peruanidad es llamada folclórica, saber popular de minorías anónimas y tradicionales, formas de vida de marginales y atrasadas, incivilizadas; estamento que se muestra como objeto de curiosidad turística, cuando no de museo. Legitimada por una vesánica conquista hemos devenido en elemento decorativo de la cultura dominante, a la que provee de cierta particular diferencia que de otra manera sería gris remedo del modelo original; es un elemento que se cree prescindible, el adorno, el detalle, nunca estructura, demiurgo, menos filosofía de vida orientada a la praxis. Se oculta que somos hontanar, realidad estructural que articula todo lo que hay de armónico y permanente en nosotros.

La débil e insegura relación con nuestra propia identidad nos ha alejado de un conjunto de ideas, acciones, postulados indispensables para construir y manejar nuestra individualidad en armonía con las necesidades sociales. Carecemos de integrado, solidario entramado social; no dominamos geografía ni territorio, los andes, altitud difícil, agreste, habitual espacio nuestro, nos es extraña porque la observamos con la mirada del conquistador que aún domina en nosotros.

¿Podremos desde la imitación alcanzar niveles de primer mundo, o llegar a elevadas formas de reproducción social, económica, tecnológica? La denominada cultura occidental y cristiana con sus paradigmas filosóficos, morales, éticos, útiles para otros confines, ha sido un factor fundamental en la dificultad de alcanzar esos niveles; tampoco ha generado una sociedad integrada que finalmente deje atrás los conflictos sociales que no terminan de poseer aún tintes fundacionales. Tampoco esta cultura dominante nos ha proporcionado una comunidad imaginada a la que pueda adherirse la mayoría del país y sea el espacio común donde se viva todas las sangres y todas las patrias.

La obra de José Carlos Mariátegui no se halla al margen de esta realidad. Sus reflexiones están marcadas por un sesgo cultural notorio e ineludible. Esta observación no subestima su legado, el suyo es un cuerpo de pensamiento que ha permitido comprender el origen de muchas de nuestras excrecencias; su filiación y fe le permitieron trazar un camino para hacer más humana nuestra realidad ganando con largueza un lugar determinante en el proceso de creación de nuestra nacionalidad. Es de los peruanos elegidos que suscita admiración y respeto entre sus oponentes por lucir vida y obra comprometida con un ideal y erigida en medio de vicisitudes y contratiempos que supo vencer con disciplina y tesón pertinaz, poco usuales en nuestro medio.

Las razones esgrimidas son suficientes para evitar la pretensión de deslucir sus ideas; lo que aquí haremos será comentarlas, discutirlas. Nuestro propósito es dialogar con las reflexiones que abordan y discuten la cultura y el modo en que Occidente ha influido e influye en el desarrollo de nuestra sociedad. Este propósito hace necesario apostillar textos referidos a su visión del país a la luz de la cultura, la cuestión indígena y agraria, el indio y el indigenismo. Temas todos, raigalmente unidos a la forma en que Mariátegui interpretó el país y su futuro. El ensayo concluye con un balance final y provisorio. Es posible que los guardianes del sepulcro mariategano consideren inapropiado, inútil o improcedente interpretar sus escritos, menos desde estas preocupaciones. Sin embargo su legado permite plantear preguntas desde cualquier perspectiva y más desde la orilla mayoritaria de nuestro país, desde lo andino. Conocer y entender su visión del país desde su perspectiva occidental, criolla, lo veremos en los párrafos siguientes.





Texto agregado el 22-07-2012, y leído por 223 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-07-2012 Profunda tu reflexión sobre la cultura, desde el punto de vista político social, para presentarnos las ideas, no menos profundas, de un complejo personaje como José Carlos Mariátegui. Tremenda tarea la que tienes por delante, nada más y nada menos que analizar la obra de este insigne desde la “orilla mayoritaria” de tu Perú amada. Pues, te seguiré. Veamos cuánto aprendo de ti. Un abrazo. SOFIAMA
 
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