Era un tiempo pasado, un tiempo de época de viajes juveniles, de giras por el interior de mi tierra, con amigos de entonces.-
Era un almacén comedor, como casi todos los de entonces en campaña, lejos de los pueblos.-
Tranquilo, casi se podía sentir el respirar, cuidando el poco aire y caliente que penetraba por las enormes y semicerradas ventanas,rodeado de cuadros, utensilios culinarios y cosas viejas,de aromas y gustos que se expanden en el aire,
y que penetraban en mis narinas,como ese rancio y agridulce tufito a guiso casero y vino hecho en casa.
Observo la comida, y también observo otras mesas.-
Son cuatro hombres y una vieja mujer .
Ellos están prácticamente caídos sobre sus platos, comen sin mirarse, con rapidez y silenciosos.
Con cada cucharada de ese picante y condimentado guiso, y apurado sorbo de vino, me parece que se tragan también un pensamiento, sus ocultos pensamientos.-.
Y en camisa los cuatro, recogidas las mangas hasta el codo, y en la espalda se notaban las puntas de los pañuelos que servían para el sudor de jornadas interminables de esquilas y yerras, de comparsistas baquianos, y el sobresalir de los mangos de hueso de los facones, poco más arriba del ancho cinto de cuero de potro.-
Ella, la vieja mujer, atiende a los cuatro como puede, solícita pero lenta por su edad, nerviosa, hasta con respeto y miedo.
Se ve que con el último bocado y sorbo, cansados por la interminable mañana, se han de ir a dormir su siesta, sin más palabras.
La única alegría de la mesa era un sifón azul, una botella de ese vino casero y una vieja panera con galleta bien migajuda de campaña que está en el medio del desteñido mantel rojo y blanco a cuadros,
de interminables orgías gastronómicas.-
Era otra época, otra tierra, otra gente.-

Vascofrancés.