La sirena desconcertante impacienta a los semáforos ignorando a cada humilde ceda el paso. El fuego esparce fósforos prendidos y se apura lo que más puede para recibir lo menos gentilmente a su principal enemigo. La madre de seis hijos suplica que su próxima visión sea el carro de luces rojas tambaleantes, mientras su cama y sus recuerdos disipan entre el humo y las cenizas.

¿Dónde está el caballero de la bondad mientras la justicia duerme siesta de oso? A eso si que no le puedes responder hombre sabio.

El crimen de los autores anónimos escribe su nombre en las brozas con un lápiz tinta invisible, y los escombros regalonean ante su pérdida de utilidad. El belicoso arriesga el cuero y sus promesas en un intento sin señales, pero su único consuelo es que su futuro continúa. Los vecinos parpadean a pesar de no ser los protagonistas y la única bondad es la empatía del testigo.

¿Dónde está el dueño de los dueños cuando solo su llave es la que sirve? Esta vez no me vas a responder hombre sabio.