Hoy, ni bien abrí los ojos, percibí el estruendo sordo del silencio…
Veía venir un día perdido, mis planes, echados por tierra, y todo… todo por ese atronador silencio que se apodera de vez en cuando de mis sentidos.
Me levanté subrepticiamente, porque lo sentía distraído en su marea volcánica de sensaciones, pero los perros que duermen en mi casa, al despertar conmigo, lo alertaron y comenzó a acosarme.
Mi idea primigenia era dedicarme a tareas domésticas, no a conversar con ese silencio atroz que si bien es musa y, en su delirio, me ayuda a concebir mis mejores cuentos,… también es a veces, un obstáculo.
Con el primer café en la mano, y mis medicinas tragadas y disueltas en mi estómago, salí al jardín, a organizar mi jornada. El silencio me seguía… Estaba donde yo estaba, miraba lo que yo miraba… el rincón donde plantaría las tomateras, la rosa amarilla recién abierta, el limonero otra vez con pulgones… Y, por más que hacerme la tonta me sienta bien, mi gran silencio de brazos cruzados y mirada insistente, allí seguía, a centímetros de mí, respirándome en la nuca…
Argumenté, para disuadirlo, situaciones ciertas… El pasto necesitaba límites, el ligustro trepaba sobre la paja del quincho conquistando territorios vecinos, y también, pedía a gritos, un poco de educación… Incluso las hojas acumuladas en la vereda, se movían inquietas, ansiosas, esperando ser tomadas por asalto y destinadas a la bolsa de desperdicios ya que el recolector de basura no tardaría en pasar…
Pero mi silencio no entendía razones, decía tener una idea, sopesaba personajes, medía circunstancias, y según su criterio, la cuestión no podía dilatarse más.
De todos modos logré mantenerlo a raya, no pudo impedirme tomar el ansiolítico que siempre lograba acallar mis demonios….
Y asì lo hice...
Mientras trajinaba, atareada, peinando el verde caos, muñida de rastrillos y palas, lo veía de reojo sentado, con su musculosa anatomía desparramada sobre la silla playera en la que permanecía, algo así como atontado, y con una mirada de buey degollado que partía el alma.
Pero el asunto es que hoy logré acallar este silencio escandaloso, lo dejé de lado, y ahora me pregunto si no habré hecho mal…
No se si mañana, cuando me siente finalmente a escribir, este silencio silenciado recordará lo que tenía para decirme… |