Tus latidos, son los que me dan fuerza para continuar.
¡Dios mío! Se veía hermosísimamente vulnerable, tan frágil a cada caricia, tan abatida con cada palabra. Se acercó a ella y se sentó en la silla situada al lado de aquella camilla de hospital donde yacía el cuerpo de su amada, pálida mas de lo normal, con sus labios secos, quebrantados y azulados, su melena color azabache no resplandecía y aquellas mejillas sonrojadas no lo iluminaban mas, y él dudaba... ya no volverían hacerlo. Acarició su mejilla con su mano derecha sin dejar de observarla. No puedo creer como y cuanto he llegado a amarte, como y cuanto he llegado a desearte. Posicionó su mano restante sobre la de ella y la apretó fuertemente, no quería dejarla ir. Lagrimas brotaron de sus ojos mientras acercaba la mano de su amada hacia sus labios y le dio un beso en este. Se dejo caer sobre su pecho y lloro implorando a Dios que ella no lo olvidara, que no dejara de amarlo como siempre se prometieron. No puedes irte, no puedes.
A penas habían pasado unos minutos allí y él se enderezó para luego pararse de la silla de donde se encontraba; y aun con una envoltura en los ojos que daban brillo la miró... la miró como siempre, con una esplendida sonrisa que mostraban su cariño y amor... la miró por última vez.
Despertó por los rayos del sol por la persiana de aquella habitación que olían a medicamentos y, sinceramente, a muerto. Ella inició viendo borroso, cosa que luego todo se fue aclarando poco a poco. Si, claramente, seguía allí. Volteó su rostro a la derecha esperando ver a su amado, a su príncipe. No estaba. En aquella silla permanecía un pequeño sobre celeste con su nombre y con un poco de esfuerzo lo sostuvo en sus manos. Es su letra. Ella sonrió y lo abrió poco a poco, hasta sacar de allí una nota:
“Amor, supongo ya te has dado cuenta que no estoy a tu lado luego de tu recuperación. Te prometí el mundo entero y mi vida por verte feliz, y he cumplido mi promesa. Tal vez, luego de que sepas la verdad, comenzaras a cuestionarte que no te merecías nada de esto, pero si lo mereces, mereces esto y mucho más...
Aquella sonrisa se desvaneció poco a poco del rostro de aquella mujer y la lágrima vagabunda recorrió su mejilla hasta caer en aquella nota que fue escrita por él, que fue tocada por él. ¡Oh, mi amor! Prosiguió leyendo atenta:
...Creerás que me he vuelto loco, lo estoy pero por ti, o simplemente que quiero asustarte, pero sabes que no sería capaz de hacerlo. Me encantaría estar a tu lado en este momento. ¡Pero qué digo! Lo estoy, y cuidándote. Tú siempre supiste que yo fui el dueño de tu corazón, lamento decirte que me amaste demasiado como para lastimarlo por eso, como tú sabes que eres dueña del mío, ahora es tuyo completamente, mi amor. Ahora te pertenece.
Cuídalo, recuérdame siempre. Te amo.
Tu ángel, Lucas.”
Lloro desconsoladamente unos minutos por la pérdida de su amado, de su príncipe y, ahora, ángel. Con gusto mi amor, con gusto aceptare tu corazón. Apoyo su mano derecha, la misma que había sido rozada por los labios del joven, que sostenía a la carta en su pecho. Te recordare siempre con cada uno de nuestros latidos. |