Fue en el año setenta cuando recibí la invitación de mi padre para acompañarlo de viaje a Tallahassee, Florida. Los negocios eran el motivo principal del acontecimiento, pero sabía que tratándose de mi padre, viviríamos momentos inolvidables. El deporte nos unía bastante, podíamos pasar días enteros viendo campeonatos de baloncesto y fútbol americano, nos apasionaba en general, toda actividad física de origen recreativo.
Emprendimos el viaje, mi padre demoró sólo dos días en cerrar algunos negocios de la compañía, lo que significaba que tendríamos tres días de diversión total. Lo primero que hicimos fue dirigirnos al estadio olímpico de Florida a ver un encuentro de fútbol americano entre dos equipos desconocidos para nosotros; creo que sin exagerar, fue unos de los partidos más espectaculares de los que tengo recuerdo. Un chico de piel morena, con solo diecinueve años de edad se robaba todas las atenciones de los espectadores, demostrando una gran capacidad física y un alma de guerrero inagotable. Su equipo vestía con camisetas naranjas, fueron los grandes vencedores de aquella noche.
Al día siguiente, después de una riquísima cena, tras pasar toda la tarde en un centro de entretención, nos dirigimos al gimnasio de Tallahassee con la finalidad de deleitarnos de un nutritivo partido de baloncesto, se trataba de un partido amistoso, entre dos equipos locales, pero según el público, se encontrarían los dos equipos que contaban con los mejores jugadores de la zona. ¡No lo pude creer ¡ Aquel chico de piel morena de tan sólo diecinueve años de edad estaba jugando baloncesto, demostrando una sincronización y potencia física deslumbrante. ¡ Fue impresionante ¡ Machacó el aro de la canasta y se instaló como la joyita del equipo y el responsable directo de aquel triunfo.
Con mi padre estábamos enloquecidos, admirábamos completamente a ese chico por sus cualidades deportivas y su espíritu de superación. Efectivamente, había sido una de las gratas sorpresas que nos habíamos llevado del estado de Florida.
Después de aquel encuentro de baloncesto, nos dirigimos al hotel, ya que por la mañana volvíamos a Chile, al pasar por West Palm Beach, nos encontramos con un afiche que hacia publicidad al encuentro de atletismo de la cuidad, con mi padre nos miramos, y sin mediar alguna palabra nos dirigimos al aeropuerto a retrasar los pasajes para dos días más. Así fue como el Jueves por la noche estábamos sentados en la galería del estadio esperando disfrutar de un grato espectáculo de atletismo; el nivel era bueno, salían grandes competidores, venciendo sus propias marcas, todo me parecía excelente, hasta que de pronto se asoma por la pista atlética aquel joven de piel morena, que para mí ya era inconfundible. Saltó 1,78 metros en altura, lanzó 12,20 metros en peso y 36,60 en disco,una vez más aquel joven se volvió a robar la atención de todos los espectadores por su impecable habilidad física y su espíritu de superación y lucha.
Esa noche volvió a ser memorable.
Rumbo a casa comentábamos sobre aquel joven que tantas alegrías nos otorgó.
- ¡Es fantástico! Señalaba una y otra vez mi padre, yo le respondía que tenía toda la razón .¿Recuerdas su nombre? - Me preguntó.
- Claro, es : CARL JOSEPH.
- Ese chico es un dios, exclamó. ¿Te imaginas si hubiese tenido sus dos piernas en vez de una?
Sí padre, lo imagino, pero aún así se está encargando de romper todas las barreras, y creo que con su alma.
Desde el primer momento en que lo vi, supe que sería recordado por mucho tiempo, de lo contrario, yo me encargaría de hacer presente su inigualable superación. |