La tenue capa atmosférica decrece imperceptiblemente día a día. A pleno sol, el cielo otrora celeste, se ha ido transformando con el pasar de los siglos a un azul cada vez más oscuro, más negro. Hace más de doscientos años que no se observan formaciones de nubes, claro, el agua ha ido desapareciendo liberada al espacio en forma de pequeños cristales que la débil atmosfera hace siglos es incapaz de retener.
Ia asciende lentamente desde hace más de tres días al monte Olimpo, el volcán más grande del sistema solar. Solo el tibio calor del sol y el hecho de que el monte esta ubicado prácticamente sobre el ecuador del planeta, mitigan ligeramente el frío ya eternamente invernal. Agitada, y ya próxima a la cima se detiene a observar la superficie de su planeta.
Ella, habla con su mente.
- ¿Estas ahí hermano?
- Si hermana – le responde una voz conocida dentro de su cabeza
- ¿Donde estás?
- Subiendo, a un día detrás de ti.
- Ten cuidado con la grieta de la cara norte
- Si, hermana, vengo siguiendo tus señales
- Cuídate Ga, ya verás la vista es hermosa.
La aparición de la vida en Marte, nunca pudo ser establecida con precisión ni siquiera por los mejores científicos marcianos ya extintos hace mas de quinientos años, pero su mejor estimación fue la de un siglo de millones de años. En cambio, la vida superior del planeta, la raza marciana no aparecería hasta noventa y seis millones de años después. Hace solo cuatro millones de años.
Este ser es antropomórficamente similar al que en un futuro lejano, muchos millones de años después poblaría la tierra, se caracterizaba por un cerebro apenas tan desarrollado como el de las especies más inteligentes que ya poblaban el planeta, pero tenia una ventaja concedida por la evolución, unos apéndices prensiles que le permitirían, a diferencia de los otros seres, la posibilidad de construir. Y construir (y destruir) fue su característica mas destacada.
El cielo nocturno es un contraste de oscuridad y luz. Los pequeños y deformes satélites de Marte, Deimos y Fobos (terror y miedo), giran en orbitas contrarias en el cielo iluminando parcialmente el relieve del planeta.
Como en un manto de terciopelo negro las estrellas brillan en la noche como diamantes de distinto tamaño. Una de ellas se caracteriza por su color ligeramente azulado.
- Cuéntame hermano, como fue tu viaje a Cydonia
El rostro de Ga se contrae en una mueca de dolor. Su mente bloquea todo intento de su hermana por comunicarse. Luego de unos segundos un pensamiento fluye.
- Todo es muy triste hermanita, solo quedamos nosotros dos.
Ahora es Ia quien cierra su mente. Las horas pasan, Deimos y Fobos se cruzan en el firmamento. Extrañas sombras se forman sobre el suelo marciano.
Ia mira a través de sus parpados traslucidos a su hermano.
- Ya lo sabíamos, el silencio…
- Si hermana, solo quería asegurarme.
Pasan unos largos minutos. Ia cambia de tema
- Esa luz celeste en el firmamento ¿que es?
Una sonrisa solo visible en la mente de Ga acompaña la respuesta
- ¿Otra vez esa historia?
Ahora es Ia quien sonríe.
- Si, por favor, cuéntala nuevamente.
Ga comienza
- Es un planeta, no una estrella, y esta formado por tierra y agua. Nuestros científicos afirmaban que en la evolución de nuestro sistema solar nosotros, el cuarto planeta, estábamos adelantados al tercero en unos ciento cincuenta millones de años…
- Entonces, ¿Tú crees que allí todavía no floreció la vida?.
- No lo se, creo que no, solo se que debe ser hermoso, como alguna vez lo fue el nuestro. Allí, afirmaban nuestros hombres de ciencia el agua en forma liquida y vapor abunda mas que la propia tierra. Es un vientre joven, listo para engendrar vida….
Ambos se quedan el resto de la noche sentados en silencio, absorbiendo por su oscura piel la escasa humedad provocada por el rocío nocturno.
La historia de este homínido en Marte estuvo caracterizada por la rápida dominación al resto de las especies (incluida la propia) y por la construcción de herramientas. Herramientas que crearon otras, y que a su vez crearon máquinas que a su vez crearon ciudades, naves, vehículos, tejidos, medicamentos, comida y… armas de aniquilación.
La felicidad, objeto de todo ser inteligente, se basa en dos conceptos, el amor y la libertad. Solo en la voluntad de este homínido en particular el amor tenía la capacidad de transformarse en odio y la libertad en cautiverio. La búsqueda infructuosa de la felicidad, en la explotación de los recursos para la obtención de bienes y la dominación con el simple propósito de obtener poder sobre los demás, llevó a los marcianos a un rumbo de colisión. Los asesinatos se convirtieron en batallas, las batallas en guerras y naturalmente, ante el estupor de todos los seres vivos del planeta la guerra se convirtió en una mega catástrofe de proporción planetaria. Algunos sobrevivientes la llamaron, la guerra de las cien generaciones, otros simplemente la última guerra.
El resultado mas lamentado por todas las especies (incluida el mismo homínido) fue la muerte de su propio planeta, Marte.
- ¿Sigues pensando en que es posible?
- Solo si ambos lo deseamos.
- ¿Cuanto tiempo estimas que nos queda?
- Meses, quizás hasta un par de años.
- ¿Por que tan poco?
- Hermanita, el planeta esta muerto hace casi quinientos años, las algas son casi imposibles de encontrar, los crustáceos de arena casi han desaparecido y el agua… todos los otros seres vivos se han extinguido. Nuestro destino es muerte por inanición o por deshidratación.
- Ga, tampoco sobreviviremos allá, somos seres vivos, allá no existe alimento biológico, recuerda, no hay vida.
- Es verdad hermana, solo agua.
Ia sonríe…
- ¿Tu crees que habrá lluvia?
Ga contesta con otra sonrisa
- Si, creo que si.
Ia aguarda unos segundos en silencio, luego dice
- Moriremos
- Si hermanita, de cualquier manera y en cualquier planeta.
Ia parece meditar con seriedad
- ¿Que diría papá?
Ga contesta con rabia
- ¡Ia!, ¡Papá no existe!
Hace tiempo que en Marte no se llora, no existe suficiente agua en los organismos vivos, llorar es un lujo, si no fuera así Ia hubiera llorado.
Para matar a un planeta basta con matar su eco ambiente. El agua y el aire y el suelo fueron las primeras víctimas, luego siguieron bosques, ríos y lagunas, mas tarde toda forma de vida superior, en poco tiempo todo fue colapsando como un gigantesco castillo de naipes.
Los sobrevivientes de la guerra de las cien generaciones hacía tiempo que habían incursionado en la genética. En plena guerra provocaron mutaciones en sus cuerpos y en sus descendencias, haciéndolos mas fuertes, ágiles y aptos para el combate. Luego del final de la guerra, aquellos laboratorios que subsistieron, cambiaron de objetivo, los nuevos marcianos deberían ser aptos, solo para sobrevivir en un mundo muerto. Manipulaciones genéticas y cambios en la cadena de ADN dieron como resultados muchas veces fracasos y solo algunos escasos y discutidos éxitos.
Los nuevos homínidos, eran capaces de absorber humedad por la piel, resistir los rayos ultravioletas, digerir grandes cantidades de arena para obtener algunos gramos de pequeños crustáceos e insectos que constituían su única fuente de alimento. Estos a su vez se alimentaban de las pocas algas que crecían en el ecuador a la sombra de las cadenas montañosas. Los vientos permanentes transportaban a estos pequeños seres vivos a lo largo del planeta. La cadena alimentaria estaba hace siglos quebrada y destruida.
Los escasos doscientos mil habitantes de la postguerra lucharon denodadamente por eludir la extinción inevitable. La población nunca mas aumentó, por el contrario, fue decreciendo hasta que, en la meseta de Cydonia, quizás el único laboratorio operativo de la postguerra, nacieron de probeta, hace cincuenta años, los últimos niños del planeta. Los gemelos Ia y Ga. Cuarenta años más tarde los jóvenes estaban solos en el mundo. Solos quizás en todo el sistema solar.
Uno de los cuestionados efectos colaterales de esta manipulación genética es que ambos son estériles. El fin de la historia de su raza y su planeta les quedaba solo a ellos por escribir.
- ¿Estas decidida?
- Si hermanito
- ¿Sabes que en el mejor de los casos no sobreviviremos más de un par de semanas?.
- Si – fluyó firme y decidido el pensamiento de Ia.
- Deberemos viajar físicamente.
- ¿Es posible?
- Si, en la época de la postguerra se elaboró un plan para abandonar Marte, la nave quedo construida y operativa, pero la orden de abandono nunca llego, tampoco había a donde ir, ni siquiera el tercer planeta tiene el sustento para alimentarnos. En realidad la situación es idéntica, solo que la esperanza de sobrevivir ha desaparecido. Pero todavía nos queda la posibilidad de elegir donde morir.
Tres días después, por la madrugada los gemelos retiran de la gruta al pie del monte Olimpo los patinadores de viento.
Similares a veleros, las pequeñas naves viajan juntas rumbo sudeste por la tierra árida y rojiza aprovechando los fuertes vientos marcianos. Dos semanas después los hermanos se encuentran en el interior de un antiguo cráter en Tharsis. Una estilizada figura de metal se levanta sobre la superficie.
Ia observa maravillada a Ga realizando los trabajos previos, ya no tiene ninguna duda de que su hermano lleva años preparando esto. Rápidamente todo está listo.
Por la madrugada en una sencilla ceremonia los hermanos se alimentan de la arena hasta saciarse por última vez. Su lento metabolismo les asegura una supervivencia de casi seis meses. El equivalente a unos pocos litros de agua recogidos con esfuerzo hace muchos años, ya se encuentran almacenados en el interior de la nave.
Ya en su interior Ga manipula cuidadosamente unos comandos, luego acomoda a Ia y a si mismo en el interior de una extraña cápsula. El sueño, químicamente inducido, les impide percibir el ligero temblor de la nave al levantarse irreversiblemente de la superficie marciana. Los últimos seres inteligentes abandonaban su planeta natal.
La tierra es un ser inerte, pero pacientemente, como un cuerpo a la espera de un alma, el planeta espera el milagro de la vida. La sopa primigenia esta lista, toda la tierra es una probeta a la espera de una descarga eléctrica o de la intervención divina para que las primeras células vivas, con capacidad de dividirse y reproducirse, empiecen a poblar los pantanos.
- Ga, ¿estas bien?
Transcurren unos segundos e Ia repite tocando a su hermano
- Ga, por favor, despierta, creo que hemos llegado.
Los gemelos abren la compuerta. El calor y la humedad les golpea como un mazo. Cuesta respirar. Todos sus instintos les dicen que deben volver a la protección de la nave.
Ia es la primera en hablar.
- No hemos venido hasta aquí para morir dentro de una chatarra – Y tomando impulso sale al exterior.
La vista es conmovedora, a priori no hay vestigios de vida, la esperanza se esfuma. Ga respira con dificultad. A lo lejos un sonido dulce les llama la atención, es el murmullo de un arroyo que corre raudo entre las rocas.
- Agua - murmura Ga
- Agua - repite Ia
A la sombra de una roca en el atardecer, ambos ingresan sus pies en el arroyo. El cielo se cubre momentáneamente por una negra nube. Los hermanos se abrazan de felicidad. Una felicidad que nunca antes habían sentido.
Un trueno se escucha lejano. De pronto comienza a llover. Los cuerpos mojados de Ia y Ga ya no soportan el exceso de humedad. Inmediatamente severos edemas comienzan a producirse en cada uno de sus cuerpos.
Todo su organismo absorbe agua a un ritmo frenético, la inflamación provoca que las vías respiratorias se cierren, respirar es casi imposible.
- Nunca supuse que moriríamos ahogados – piensa Ga – mientras cae a la ribera del arroyo.
- Ia, se arrodilla a su lado, acaricia la cabeza de su hermano y, por primera y única vez en su vida comienza a llorar. Sus lágrimas densamente saladas caen sobre el cuerpo inerte de su hermano. Ga ha dejado de respirar, Ia se acuesta sobre el. Un último pensamiento vuela entre los hermanos. Un pensamiento que abarca a toda una especie inteligente y milenaria ahora extinguida.
- Podríamos haber sido felices.
Los cuerpos empiezan a descomponerse, en la degradación natural de los mismos, algunas bacterias provenientes de ellos y capaces de sintetizar minerales empiezan a deambular en el agua que rodea a los mismos.
Quizás no hizo falta un rayo, ni siquiera un milagro, o quizás si, lo cierto es que la vida comenzó a poblar al tercer planeta ese mismo día.
No es de extrañar que muchos millones de años después, las cadenas de ADN de todos los seres vivos tengan un patrón y origen común. Tampoco es de extrañar que los seres superiores, llamados a si mismo hombres, sean similares en muchos aspectos a Ga e Ia. Tampoco debería sorprender que existan animales como ballenas y delfines en un mundo que es dos tercios agua, y que, siendo tanto o mas inteligentes que sus parientes humanos, tengan como único propósito la felicidad a través del amor a la naturaleza y a la vida y como entorno a la libertad y la alegría. Lamentablemente tampoco debería extrañar, que en alguna parte del genoma humano se haya filtrado la codicia, y la ira, junto a la capacidad de construir tanto como de destruir. Finalmente no debería extrañar que el planeta tierra, el tercero desde el Sol, sea también conocido también como Gaia.
No existen otros planetas, al menos en nuestro sistema solar capaces de dar albergue a la vida. Y lamentablemente hoy Gaia, la Tierra, al igual que su hermana Marte millones de años atrás, también está muriendo.
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