Una primera vez
No llegamos juntos.
Creo que fuiste vos
quien me abrió la puerta de entrada
al edificio.
En el ascensor
ninguno de los dos hablaba,
nos mirábamos,
acaso presagiando con los ojos
un sabor que moríamos por probar.
El departamento tenía una ventana
por la que entraba el sol,
y una estufa que ayudaba a aliviar
el frío de aquél día
que, por supuesto, nos era indiferente.
Te pregunté por tus clases de salsa,
algo contaste,
muy poco,
apenas
lo suficiente para que supiera
que no estábamos allí
para que me enseñaras a bailar salsa.
Conversamos un rato
de pie,
pegados a una mesa,
estudiándonos,
merodeándonos,
al acecho,
hasta que decidiste dejar en claro
lo que los dos sabíamos,
para qué estábamos ahí.
Me enamoré de esa convicción,
de ese deseo explícito,
de esa sencillez sin ocultamientos,
que me llegaba de vos
como un huracán,
arrasándome.
Era algo nuevo para mi.
Nos besamos,
y sentí en tu boca,
en tus besos,
una calidez húmeda,
un gusto suave,
al cual el tiempo
me volvería adicto.
Lentamente desprendí tu camisa..…
Pretendí quitarte el corpiño
pero no me dejaste.
Y empezaste a desvestirte vos
mientras yo también me desnudaba.
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