Del mismo modo que existen canciones que no requieren ser creadas pues el pentagrama llevaba tiempo aguardando con unos huecos donde las notas se acomodaran, existen recuerdos que no hace falta tan siquiera ser vividos. Encontrarte, los nervios adolescentes, el beso esquivo, nuestros labios aproximándose, el trayecto en el ascensor, desnudarnos y que los cuerpos se acoplaran porque llevaban tiempo aguardándose el uno al otro estaba ya escrito.

Del mismo modo que todo aquello que no se comparte parece no existir, cuanto se narra permanece fijo, inalterado, inalterable, sin que importe si pasó o no, tan sólo la emoción que logra provocar es relevante. Así resulta que por debajo de tus ojos yo me agitaré y cuando rememoro algunos instantes tengo que reprimir un gemido aunque sea por siempre un secreto.

Del mismo modo que cuando un suceso no tiene continuidad parece haber sido soñado, la cotidianeidad que le sucede carecería aún más de sentido de no haberse producido. Volver a verte, volver a alejarme, volver a escribirte, volver a desear otro momento donde coincidamos tiñe, matiza y reajusta cada acto.

Ahora ya tengo una nueva canción que cantar, que esperar a un nuevo día para asomarme a tus ojos y temblar.