UN PEDAZO DE MI INFANCIA


Sí, era así, de chiquita y ansiaba las vacaciones que eran tan esperadas, igual
como las esperan todos los niños desde que se inventó la escuela.
-¡El campo nos atraía por que sabíamos las sorpresas que la abuela nos prepararía para agasajarnos!-
¡Cómo nos divertiríamos con los primos!
¡Claro que ya existían las bicicletas!- pero no nos importaba no tener una. No, no conocíamos la compu, ni los juegos electrónicos, jugábamos de verdad y disfrutábamos de los cuentos de la abuela, mientras saboreábamos un trozo de rica sandía.
¿-Y el mate cocido con los sabrosos chipacueritos?-(1)´

En el amplio patio existía un enorme lapacho, escenario de los cuentos y
leyendas, los que con un encanto especial, desarrollaba la abuela.
Uno de mis favoritos era donde ella hacía de artista principal. La veía como una reina ingresando a la fiesta.
Su vestido se desparramaba como sombrilla abierta y era la más solicitada por los mejores mozos de aquellos tiempos.

Al verla llegar el bastonero ( ¡no me digan que no saben lo que es un
bastonero!)-(Bueno, un bastonero era el encargado de hacer bailar a todos los
presentes por medio de una propina y le decían bastonero porque llevaba en su mano una especie de bastón con el que señalaba a los elegidos y como ella
era la más solicitada saldría con sus bolsillos cargados de monedas.)

Con ademanes apropiados y voz pausada nos contaba que una vez, en lo mejor
de la fiesta, en el mismo momento que se escondió, la luna grande y brillante como un barrilete, de esos que hacían los primos y no nos querían prestar,
se apareció un animal de mirada como si fuera una luz mala.

Se armó na corrida y se suspendió el baile

-¡LOBISON!- gritaron entre todos y las
viejas empezaron a hacer la cuenta de los faltantes. ¡Juancito! Fue una sola
voz, era el único que no había venido y ya con fama de que los viernes se transformaba en perro y era el séptimo hijo varón de los Aguirre ¡y eso qué
lo había bautizado el presidente de la cooperadora de la escuela!, porque al
presidente de la República no sabían como avisarle. Al menos era lo que ella nos contaba.

Mi abuela casi se desmaya del susto y para colmo de males, los caballos
atados al palenque, asustados, emitían entrecortados: ¡hiiiiiiiiiii!- ¡hiiiiiiiiii!

Después, cuando se apareció de nuevo la luna, todos estallaron en carcajadas.

Era el mismo momento en que la abue, cerraba los ojos y reía, no con sonrisa
de abuela sino de la niña que una vez fue.
Con la luz de la luna y de los candiles
–¿Tampoco conocen lo que es un

candil?, ahora también lo usan y es para ahorrarse el costo de la luz eléctrica,

y en el campo, lejos de la ciudad. Y bien que les vendría aprender porque cuando se van de campamento se darán cuenta de lo útil que es.

Se prepara en un pequeño recipiente y se lo llena de grasa, sí de grasa y se le
coloca en el medio un trapo a modo de mecha untado con la misma grasa, un
fósforo y ya está y no tendrán problemas de iluminación en cualquier parte)

-¿Dónde quedé?- Ah, ya sé, cuando volvió todo a la normalidad se dieron cuenta que era un pobre ternerito de color azabache, escapado del corral.
Porque el lobisón es un cuento nomás, nos aclaraba la abuela para sacarnos el susto que sentíamos y mirábamos desconfiados para el lado del maizal
Pero el propósito de este relato no es contarles de estas simples cosas que formaron parte de mi niñez, sino de la maravillosa abuela que me tocó en suerte. La compañía de mis primos, el corretear por todo el campo sin tener a nadie que nos dijera: - No, eso no se hace, vengan a bañarse, a comer, que se enfría la comida.-
Sí, solo la abuela era capaz de permitirnos cosas que a nuestros padres escandalizarían.
Es la causa por la cual quise rendirle un humilde homenaje
con un recuerdo para ella.

Eso sí, las siestas eran sagradas, con dulce voz pero segura parece que escucháramos sus recomendaciones. “Al cardal no porque allí vive el pombero (2) con su mamá que es la Pora,(3) al tacuaral tampoco y sobre todo a la siesta ¡chaque el sol! porque les va ha llevar el Yasy Yateré(4). Lo que despertaba terriblemente nuestra curiosidad y esperábamos a que ella se durmiera para correr a los lugares prohibidos.

Era un libro mi abuela porque hay muchos más cuentos. No nos íbamos a la cama sin que nos contara una nueva historia, una más interesante que la otra.
Sí, mis primos y yo tuvimos la gran suerte de tener una abuela cuenta cuentos.
Un campo para nosotros solos, una laguna inofensiva, un corral con mansas vacas que nos daba la tibia leche ordeñada en un jarro personal y el inmenso talar, donde habíamos fabricados la casita de madera.
Es por eso que lamento ver a los niños casi autista frente al programa de internenet recibiendo día a día su dosis de violencia. Sin que me lleve ninguna crítica, solo es un comentario al margen del tema
¡SI NOSOTROS TUVIMOS LA SUERTE DE TENER UNA ABUELA CUENTA CUENTOS.-

1 chipá cuerito. torta frita
2-3-4 personajes mitológicos guaranies

















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