Hasta ahora...

Te creí de pronto cercana, que habías llegado tan de repente...
Me equivoqué nuevamente, en el fatuo y pueril intento de alcanzar la luna.
Desperté sobresaltado esperando hallarte a mi lado, pero estaba solo...
Únicamente a esas horas, el otro lado de la cama vacío.

Te estaba, como siempre esperando. Soñé que te encontraba...

Los primeros días del espejismo amoroso, tuve mis dudas al respecto. Luego vino la emoción confirmada, estaba en la senda que al parecer era la correcta.
Siguieron las noches de pláticas prolongadas en demasía que me sabían tan breves que me faltaba el sueño emocionado.

Me estaba enamorando de nuevo. Pensé que habías por fin aparecido ante mi encuentro.

Conversamos largamente donde empezaste a conocerme y creí que te desconocía cada vez menos, poco a poco, derribando cada muro, cada secreto. Gustos comunes, fechas, datos al final del día intrascendentes, pero que entonces me resultaban interesantes, eras tú a quien poco a poco, gota a gota iba decodificando.

Te estaba leyendo de a poco, mientras acaso tú, me leías demasiado a pronto.

Fue un tiempo venturoso por supuesto, donde la emoción nos acercó acaso demasiado pronto, demasiado de poco, de tal vez mucho, de muchas formas que ambos conocemos, y de las cuales por más que dices no me arrepiento en lo absoluto.

Esa espera interminable terminó creí, pero sigue después de tu paso... Por aquí .

Sigo viendo la lluvia y no tengo tu mano para tomarla después de todo, tanto y tan poco, y me parece que estoy quemando una a una tus promesas, esas quimeras de amor roto y ya desvanecido, de ese que es mejor estornudar para cerrar los ojos mientras se marcha, en el intento esquivo de disimular un poco el llanto.

Eterna compañera que dio espacio a esta quimera vencida, todo vuelve a ser como al principio.