Alfonso era un chico demasiado despistado, todo el tiempo perdía, olvidaba o simplemente hacia mal las cosas, porque actuaba de manera extremadamente atarantada. Un día su madre lo inscribió para un concurso de baile, ya que veía en él cualidades positivas bajo un innato talento, y pensaba que de esa manera le demostraría al mundo que no era un chico atontado.

El concurso de baile se realizó el día jueves por la mañana, toda la familia de Alfonso puso el despertador para que el chico no se quedara dormido, por lo que llegó justo a la hora agendada. Esperó su turno por más de media hora, hasta que salió a la pista para demostrar sus cualidades en el baile; tras cinco minutos de actuación, quedó descalificado, y de manera justa, ningún paso de baile le resultó y completamente descoordinado desató muchas carcajadas por los espectadores.

Alfonso salió corriendo hacia los camarines, no podía entender por que había fallado tanto, si en el baile se tenía mucha confianza y sentía profundamente que lo hacia bien. No entendió nada por mucho rato, hasta que miró sus zapatos y se dio cuenta de que los llevaba puesto al revés.