DÍAS
¿Cómo llegó usted aquí? No lo sé. Tampoco sé si vivió una larga desventura hasta toparnos, yo en forma de papel, usted en forma de usted. Sólo espero que se encuentre cómodo en su asiento, antes de comenzar con las historias. Notará que utilizo formalidades para referirme a su presencia, que en este minúsculo instante recorre con sus ojos letra a letra estos párrafos; Simplemente no le conozco lo suficiente cómo para insultarlo o gritarle y si acaso esta de paso por aquí, no me agradaría se llevara una pésima primera impresión de quien os narra.
Usted ha de ser una lectora o lector de lo más intrépida o intrépido, si acaso notó que el título de este relato goza de una banalidad encantadora. Lo felicito por eso, y poniéndome en la situación de que no notó nada, os ruego me devuelva las felicitaciones, lo más pronto posible a la dirección al final del escrito.
Ahora, si recorrió con la mirada todas las palabras, sin absorber nada, en busca de una dirección al final del escrito, apenas leyó de la existencia de esa información, le pongo en conocimiento que ha sido artificie de una broma y que el chiste ha sido usted. Así es, no hay ninguna dirección al final de todo esto ¿o sí?
No hay de que avergonzarse, sonría, aún guarda un poco de ingenuidad. Le ofrezco el siguiente trato: Usted conserva las felicitaciones –que por cierto dudo las merezca– y yo haré mi mayor esfuerzo en ser directo con las palabras, para que no quepa pensamiento divergente en su cabeza o se sienta partícipe involuntario de una burla… nuevamente.
2011 fue un año de crecimiento –bueno, que año no lo es– pero algo ocurrió con ese ciclo, en el que todo mi ser pasó a de estar esperando algo, a vivirlo y a aceptar consecuencias. Madurar le dicen algunos.
A su condición de intrépido permítame sumarle reflexivo, para otorgarle la capacidad de caer en cuenta que de los trecientos sesenta y cinco amaneceres y anocheceres de ese año, fueron sólo algunos pocos días los que revolucionaron mi perspectiva en todo ámbito.
Advertencia: Esto no es un cuento. Goza de futuro incierto para quien lo relata –o sea Yo–, pero no de final inesperado. Porque así es como la vida se nos presenta, misteriosa y sin necesidad de explicarse, simplemente ocurriendo.
(continuará) |