Los treinta me reciben con sus brazos abiertos -Al fin llegas- susurran sonrientes. Nunca me sentí veinteañera. Sin embargo, tengo mucho que agradecer a estas dos décadas que hoy finalizan: una niñez hermosa y larga que me inició en esta carrera y me contagió de una felicidad casi irrompible, una adolescencia ligera, casi sin altibajos, un par de golpes, caídas que fueron bien amortiguadas por la familia y el amor, la música, los viajes, las pasiones, los libros, aprenderme a mi misma dándome a los demás, reconocerme amplia, expansiva, sin límites a la hora de verter sobre el prójimo un poco de ese amor que otros me han procurado. Nostalgias pasajeras, anhelos mantenidos, ansias quizás, ganas de ver llegar el tiempo rápido sin saber que no es él quien debe llegar sino una misma.
Llegan los treinta, seductores, sonrientes, cargados de promesas. Me zambullo en ellos sin temor, sorprendida de ver que soy la misma a pesar de la multiplicación de células y experiencias, anhelando vivir estos nuevos diez años para develar de a poco lo que me tienen preparado. Espero me acompañen en su recorrido. |