Pétalos de Cerezo



Linda siempre fue una joven atractiva. Flaca y de pelo rosado, casi morado, como los cerezos que florecen en primavera. Cuando te sonreía te hacía sentir como si fueras la única persona en el mundo el cual la importas, de ahí residía su belleza. Quizás por eso, la haya perdido, para siempre. A Linda siempre le gustaron los chicos rebeldes, los que más peligro y adrenalina le pudieran inyectar a su cuerpo, para olvidar aquellos problemas que la acarreaban en casa, problemas de alcoholismo y abandono familiar. Por ello caigo en el remordimiento, porque sé que podía haberla salvado de todo aquello. Podía haber sido feliz conmigo, le habría dado todo mi amor, aquel amor que nunca tuvo, ya que ella se merece todas las estrellas del cielo y más.



Aun recuerdo la primera vez que nos vimos en aquel parque, cuando apenas éramos unos críos. En aquellos tiempos todo era tan fácil. Recuerdo que fue allí cuando me enamoré de ella, de sus ojos fijos, de su sonrisa angelical, casi cegadora cual brillo iluminaba toda penumbra. Supongo que no es excusa para aquello que hice. Pero ella se merece todo el amor del mundo, ya que bastante sufrió, y la única manera de obtenerlo es estando conmigo, y si no puede estar conmigo, es mejor que no viva, pues ella se merece lo mejor. Observo la calle por la ventana. No veo ningún pétalo de cerezo. Supongo que como todo, se han marchitado, al igual que Linda, que yace muerta ensangrentada bajo mi regazo.