Y en la noche, las palabras florecen. Afloran de mis labios cuales ramilletes de violetas. En la soledad, muero. En la soledad camino. En la soledad encuentro. Y en el hambre de compañia estoy solo, famelico.


Algunas veces, pocas, en las que puedo ver las estrellas tintinear y susurrar en la noche, creo que puede haber algo mas alla. Luego llega la luz naranja y el sonar de algun auto ocasional. Y mi vista cae, como cierto ambicioso griego cuyo nombre no recuerdo, del cielo al suelo. Y veo pasto. Hierba. Pisoteada una y otra vez. Y me dan ganas de preguntarle como hace para vivir. Para soportar la monotonia de los mismos dias y las mismas noches. Para Seguir, callado y absorto, en su eterno vivir. Ya no tengo ojos para ver mas alla de la realidad. Y la realidad me da miedo. Ya no tengo la paciencia para adejtivar todo. Para llenar las cosas de algo que no son. La soledad me corroe. La intrascendencia. Ser una pieza suelta en el mundo.

Se que pocos oiran esta suplica desesperada. Se que de esos pocos, menos aun la atenderan. Y menos aun seran aquellos que realmente puedan hacer algo al respecto. La muerte, como tal, es cruel. Pero la muerte en vida es aun peor. Las multiples muertes diarias que sufro ya ni siquiera me dejan pensar. Ya no hay historias, Ya no hay emocion. Solo un extraño vacio en el alma. Juzgadme como un niño pequeño. Prefiero darles la orden que verlos hacerlo por iniciativa propia. Soy deplorable, perezoso, ciego, orgulloso, feo y vandalo. Y entonces vuevlo a mirar a las estrellas y este mundo desaparece y muchos otros lo remplazan, solo el tiempo necesario para estrellarse estrepitosamente contra el suelo. Para que el pasto eterno los reciba con olor a clorofila y a muerto.

Las estrellas son crueles y frias. Lejanas y transtemporales, son pilares, monumentos a la estupidez del hombre. Feliz aquel que puede ver el viperino y zafireo resplandor y no soñar. Feliz aquel que puede evadir todos los demas mundos y recrearse en este. Feliz el pragmatico y feliz el pesimista. Ellos no tienen una razon por que esperar algo mejor. Ni proposito, ni alma les atañen. En la soledad de mi corazon hace mucho tiempo habitaba un hombre. Ahora solo hay un misero resabio. Un desgarbado, enajenado muerto azul. Azzul los ojos, azul la piel, caminando sin descanso a hacia el infinito, hacia la nada. Dejando un rastro interminable de sangre chorreando de sus manos. Cruel destino el de aquel que cambio ojos por estrellas diamantinas.