En la casa de Elidaros (dedicado a Yosoyasí2)
La semana pasada estuve en Corrientes. Fui por unos negocios y como tengo la dirección de la casa de Elidaros aproveché de pasar a saludarla. Me atendió una señora que me parece que trabaja para Elida.
—Buenos días, señora. Busco a Elidaros.
—¿Ud. se refiere a la señora Elida Rosa Molina Manzur?
—¡Sí! Creo que así se llama...
—En este momento no está...
—Vea señora, vengo de Buenos Aires y debo regresar esta noche. Quisiera verla antes de irme.
La mujer me escrutó con su mirada inquisidora. Debo haberle parecido inofensivo, porque me dijo:
—Está bien. Vaya al jardín que allí la encontrará.
!Qué romántico! Elidaros debe estar hamacándose en un columpio, con un vestido largo y algunas flores entre sus cabellos. ¿La besaré en la mano como a una princesa o la chapo y le parto la boca de un beso?
—¡Eh! ¿Adónde va señor? El jardín queda a tres cuadras . ¡Antonio! —llamó a un pibito de unos once años —¡Acompaña a este hombre a ver a la señora Elida y quedate con él!
—¡Gracias, señora por su atención!
Nos fuimos caminando esas tres cuadras. Era un Jardín de Infantes, un kindergarten. ¡Con razón Elidaros escribe mucho sobre los niños! Se nota que los adora....
Estaba en un patio con un grupo de 10 chicos de 3 a 5 años. Los hacía jugar cariñosamente.
—¡Coní pata mogoté lení.!
Como no entendí nada le pregunto al pibe que me acompañaba
—¿Qué les dijo?
El pibe me respondió: —¡Corran en círculo, boluditos!
Los chicos corrían y se reían. Eran felices.
—¡Caó maé tiripicó!
Nuevamente miré al chico traductor
—¡Sonate los mocos , mocoso de mierda!
—¡Queú taé topikí tuyú!
El nene me tradujo:
—¿Qué les pasa hoy, manga de boluditos , que no corren rápido como el viento?
Los niños corrían en círculo.
—¡Ta paé cocó tutú morití!
El chico me tradujo enseguida:
—¡Al que no corra, lo cago a patadas en el culo!
En ese momento Elida nos vió. Se acercó sorprendida y le preguntó al pibito: —¿Quién es el señor?
—El señor es de Buenos Aires y te viene a ver...
Yo interrumpí: —¡Soy Edy Castillo! Encantado de conocerte.
Se sorprendió agradablemente. Estaba bellísima. Sus largos bucles rubios me hicieron acordar a mi novia Erika. Tiene una sonrisa encantadora.
—¡Qué alegría Castillito! ¿Me podrías esperar una media hora que termine la clase del Jardín?
—¡Por supuesto! Continúa con tu trabajo, que yo me sentaré aquí en la sombra y te veré trabajar con los nenes.
Así lo hice. Junto a mí se sentó Antonito, listo para traducir.
—Coí turú tacuarembó.
Miré a Antonito quien me tradujo enseguida:
—A lucirse todos que hay un porteño pelotudo que los está mirando... Lo miré al chico seriamente.
—¡No te creo nada de lo que me has dicho! Me estás embromando.
—¡Nó, Don! Yo le dije en castellano lo que ella dijo en guaraní...
Después, Elidaros, les dio dos palitos a cada uno y puso un cassette en un equipo de música. Los chicos marcaban el compás.
—¡Taé corí si tu lá mobijí!
No tuve necesidad de mirarlo el nene traductor, porque de muy buena gana me tradujo automáticamente.
—No pierdan el compás, mocosos de mierda o es que ¿tienen tapados los oídos con excremento?
—Agoré sei tilú
—Sigan tocando los toc-toc con mucho ritmo y dedicación, porque sino este porteño boludo, va a creer que los correntinos somos ignorantes.
A mí me parecía un poco larga la traducción, pero no me atrevía a desconfiar de mi pequeño traductor, con sus 11 años y su carita inocente.
—Malí tú curuzú cuatiá.
—¡La puta que los parió! ¡Qué carajo les pasa hoy, justo cuando viene un porteño boludo!
Yo no podía creer que Elidaros dijera esas cosas.
En ese momento terminó la clase y Elidaros me dijo:
—Ya casi estoy. Espérame y te daré un pococo de eireté
Lo miré al pibe.
—¡No le puedo decir , señor, porque me da vergüenza...
—¡Díme no más! No me voy a enojar
—Dijo que me diera un billetito de 10 pesos por mis servicios.
Abrí mi billetera y le dí un billete de diez pesos y se alejó saltando y silbando un chamamé.
En eso llegó Elidaros.
—¡Vamos! Te llevo a mi casa a almorzar.
—Ché, Elida ¿Quién es el pibito que me trajo hasta acá?
—Ah. Es el hijo de mi mucama. Es un poco retardado. No tiene muchas luces.
—¡Ya veo!
Me tomó del brazo y nos fuimos a almorzar.
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