Bien, yo no sé relatar historias, está es la primera, pero deseo contárselas. Tal vez sea algo muy común, ya que les hablaré de amor; pero de amor, a quien no le gusta soltar lágrimas, ¿no?...
Lucy era su nombre, de aproximadamente 19 años, era apasionada, terca, espontánea y muy caprichosa; pero siempre justa. Uno de sus pasatiempos preferidos era soñar con cosas que sabía jamás podrían hacerse realidad – “Nada es imposible”- siempre decía; tendía a ser muy ingenua en algunas ocasiones y más cuando se trataban cosas del corazón.
Llegó la noche y su costumbre era pasear en alguna calle desconocida; aventurera y curiosa decidió tomar un autobús que nunca había visto, era un autobús color negro con estrellas azules dibujadas; el nombre de la ruta decía “R-hacía donde te lleve la magia y el corazón” –Que nombre tan radical- pensó ella y sin pensarlo 2 veces lo abordó.
La conductora era una chica que a simple vista igualaba su edad, su piel era de color caramelo, ojos de igual color, delgada, cabello castaño muy largo hasta la cintura y de cara con facciones muy finas; - cuánto cuesta el pasaje?- Lucy muy emocionada preguntó, - A caso pagas para poder soñar?- la respuesta que amablemente la chofer le brindó.
Los asientos estaban tapizados de una suave tela un color púrpura y la luz del interior aluzaban de un amarillo muy tenue; por las ventanas no se veía el exterior, era muy extraño, podías ver lo que en ese momento pasaba por tu cabeza. En el autobús no viajaba nadie más. – Hasta donde llega la ruta?- su animada curiosidad no le dejaba estar callada – Hasta donde decidas bajar, el recorrido no tiene final -.
Decidió bajar cuando ya había viajado casi hora y media. Era un lugar que no había visto antes, (claro que no sería un cuento interesante si no les platicara algo extraño). Pues lo que vio fue a un tipo raro, vestido de jeans negros, una playera del mismo color con un paliacate, era de una complexión muy delgada, tez muy pálida, su rostro algo demacrado, unos ojos claros donde podías perderte por un buen rato y una sonrisa torcida que lo hacía ver muy interesante. En su mano derecha sostenía unas cartas del tarot, en la izquierda una pequeña caja gris;– Supongo que te gustaría hacer algún sueño realidad, es por eso que has viajado hasta aquí – Las primeras palabras que cruzaban entre los dos; - Fue coincidencia que bajara aquí, realmente no tenía planeado a donde ir- Lucy respondió; el solo hizo notar un poco más son sonrisa torcida y exclamó – Las coincidencias no existen, estás aquí por una razón-.
Ella se sintió un poco avergonzada y quiso seguir caminando para explorar el lugar, pero el tipo raro la seguía con la mirada. Empezó a sentirse nerviosa y como un impulso solo empezó a correr por la calle nocturna; pero de nada le sirvió, en un pestañeo el ya se encontraba frente a ella. – No temas, que en los sueños nunca te puedes lastimar físicamente, por que mejor no me acompañas, se que de las cosas que tengo en mis manos alguna te ha de interesar.-
Pues qué más da? No creo que algo pueda ocurrir, tal vez todo esto sea un sueño, creo que me voy a aventurar.
El guardo sus objetos en un morral de piel que tenía colgado en un costado, se quitó el paliacate dejando caer su cabello rizado y largo hasta la mitad de sus brazos; La Luz mercurial de la calle parpadeaba demasiado rápido, mientras el viento comenzaba a soplar un poco más fuerte, el paliacate aumentaba de tamaño, se ondeaba igual que el cabello de aquel lugareño raro, Lucy sintiendo algo de vértigo cerro por un instante los ojos. -No tengas miedo, ya hemos llegado-
Cuando abrió los ojos ya estaban en un cuarto que parecía más bien un viejo sótano; en las 4 paredes se posaban estantes, en unos había un montón de libros viejos, en otro varios frascos de vidrio de todas las formas, el tercero parecía haber de todo, desde collares que parecían amuletos, anillos de plata con enormes piedras de rubí y uno que otro con alguna esmeralda. El cuarto estante sostenía papeles viejos que hasta tenían un color amarillento; algunas figuras de tamaño miniatura, centauros, hadas, elfos, dragones, todo tipo de criaturas místicas. Del techo colgaban candelabros, pero no alumbraban mucho la escena.
–Que es este lugar en donde hemos aterrizado?- Lucy preguntona no podía mantener la boca cerrada. –Este sótano es el mundo que he creado para mi, aquí soy de todo, soy Escritor, soy alquimista, soy escultor, soy hechicero, soy Luzbel, soy Miguel, construyo y destruyo a mi antojo. Yo soy , en mi mundo un Dios. Todo lo que ves lo he hecho yo.-
La joven se quedó impresionada con toda esa descripción, realmente aquel lugar le parecía fascinante, sentía que en ese lugar cualquier cosa podía hacerse realidad. - Y bien, se que quieres pedirme algo, no temas y describe tus deseos, a eso has venido, buscas alguien que haga realidad tus sueños.-
Ella enmudeció por unos 15 segundos, pensaba que era lo que más deseaba, recordando que su corazón había sido bombardeado por un ingrato, decidió que lo que más quería era encontrar a su verdadero ser amado. -Si deseo algo con todas mis fuerzas, deseo enamorarme de alguien que me ame igual que yo a el, que siempre estemos juntos y que nunca sea infiel. -Mi preciosa damita, me parece muy bien ese deseo, pero sabes que siempre debes dar algo para obtener lo que quieres a cambio. Te ofrezco amor de verdad, te daré eso por una eternidad, y para cumplirlo, solo debes darme tu corazón, una parte de tu alma, un beso y nada más.-
Los ojos de Lucy brillaron aunque no estaba muy seguro de dar el corazón a cambio; pero al recordar todo sufrimiento anterior, optó por regalar su inútil órgano, de todos modos ella y su pareja iban a amarse por la eternidad. Su alma no le importó; El beso de hecho le emocionaba, aquel hechicero poseía unos labios casi irresistibles.
- Y bien, ¿Qué decides?- Acepto tu oferta, solo espero que no duela mucho arrancarme el corazón. – No te preocupes de eso me encargo yo, lo haré con mucho cuidado, no quiero estropearlo; la separación de tu alma no la sentirás y el beso, ten por seguro que lo disfrutarás; espero no creas que soy un atrevido, pero debe ser parte del proceso, es casi como un ritual y debemos hacerlo correcto, así por fin podrás ser feliz con tu novio perfecto. Cierra lo ojos bella damita y déjate llevar, no te sientas nerviosa o podría salir mal.-
Lucy obedeció la orden, como niño obediente que espera a ser premiado por que hizo algo muy bueno. El hechicero o alquimista, escultor; como quieran llamarle al tipo raro, se acercó a la chica; del cubo que sostenía cuando Lucy bajó del bus, empezó a brillar de un azul eléctrico hipnotizante, poco a poco se abría una de sus caretas, dejando salir una pequeña daga plateada; Instrumento que utilizó para el primer paso, desabotono un poco la blusa negra que vestía la joven dibujando suavemente una abertura con la pequeña daga del lado del corazón, este iba asomándose hasta que el lo tuvo en sus manos. Lucy sentía lo que estaba pasando, cuando se desprendía su rojo órgano tuvo la sensación de empezar a congelarse por dentro, parecía como si un nuevo polo norte habitara en su interior.
La primera fase estaba terminada, y ella seguía con el polo norte dentro, el semi-dios solo repetía que se relajara que todo saldría bien. Para desprender su alma le pidió que abriera los ojos, la puso de pie en la silla y le menciono que mirara hacía arriba. - Una horca! Por amor a Mi ¡ - gritó ella – Este es un suicidio, no pienso ser parte de este acto, no mencionaste que debo morir, mucho menos que sería una muerte así- Tranquila, no es lo que parece; es correcto que tendrás que atar la soga a tu cuello, pero cuando saltes de la silla, lo quedará colgando no será tu cuerpo. Confía, ya llevamos casi la mitad del ritual- Y con su torcida y hermosa sonrisa la convenció de terminar.
No sabía como ni porque, pero el tal Luzbel ó Miguel le transmitía una cálida confianza. Se ató la soga al cuello, y mientras flotaba al saltar de la silla, era como si nunca hubiera estado atada y de pronto ya estaba en el suelo. Al momento de voltear su pequeño y pálido rostro al lugar de donde había saltado, estaba colgando otra Lucy, pero ésta estaba inmóvil y aún más blanca; tembló de escalofríos al ver tal imagen; Pues a nadie le apetece ver su alma colgando de esa manera tan fea y traumante. - Bien, lo has estado haciendo excelente- aplaudía el hechicero. Bajaba lentamente el alma y lo posaba sobre una mesa de trabajo que estaba detrás de la silla de donde había saltado Lucy. De su bolsillo saco las cartas parecidas a un tarot y las posaba una a una encima del alma de la señorita; empezaban a fusionarse, las cartas absorbían el alma poco a poco, hasta que desapareció. Lucy sentía que ya no tenía nada por dentro, realmente el espacio que ocupaba su alma era enorme, ahora solo esperaba que por lo menos el beso pudiese brindarle un poco de calor. -
Para el beso necesitas cerrar los ojos bella Lucy, después de eso volverás a sentirte llena y cálida.- El momento en que el poso sus labios sobre los de ella fue casi infinito, el tenía un aroma suave de rosas recién nacidas, de aquellas que bañadas con el sereno de la noche huelen mejor; que barbaridad, la suavidad de sus labios, su piel era tan suave; ella no pudo controlarse y lo rodeo con sus brazos como si no quisiera separarse de el jamás, el hizo lo mismo. Lucy era una joven muy bella pero a la vez muy ingenua. Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que estaba enamorada y el, desde el momento en que vio a Lucy bajar en aquella calle nocturna, supo que la quería solo para el, sin importar el precio. El le propuso que vivieran juntos en ese extraña cuidad, donde el día nunca llegaba, el autobús que la llevo jamás volvió a pasar. Como estaba extrañamente enamorada acepto la propuesta e imaginaba que feliz siempre estaría y que la tristeza no la alcanzaría.
Pero ¿Cuál fue su sorpresa? Que el hechicero no tenía corazón. El coleccionaba almas, corazones, sentimientos, lágrimas y la juventud de las ingenuas enamoradas, esa era su profesión; de esa manera el le daba vida a su mundo, lo hacía para el, lo hacia solo por gusto; de verdad se creía un Dios y un ángel caído a la vez. No podía enamorarse por que ya no poseía su corazón, así como el tomo todo de Lucy habían hurtado lo que una vez le perteneció. Para que ella no fuera tan infeliz, le propuso que haría todo lo posible para poder amarla, pues el ya era el dueño de su corazón y con el primer beso la sentenció a hasta la eternidad; al robarle el alma le arrebato la voluntad, ya no podía decidir alejarse de ese triste y extraordinario lugar.
Ya habían pasado casi 4 años desde aquella infame unión, Lucy sabía que el jamás la amaría como ella soñaba. Cuidado con lo que deseas, recordó que le mencionaban; ya era demasiado tarde ya no podía alejarse. Lo extraña lo amaba lo idolatraba; se partía en pedazos por que nunca le decía que la amaba.
El siempre salía por varias horas, nunca le decía a donde partía, pero cuando llegaba, era como si nunca hubiese entrado.
Una ocasión Lucy estaba tan desdichada que no soportó más esa situación. – La silla, ¡si al principio fue mi condena, ahora puede ser mi salvación!- Sin dudarlo fue hasta el rincón y cuando saltó de ella, no fue su alma lo que colgando quedó, en esta ocasión fue su cuerpo entero, su rostro hacía abajo, sus cabellos ondeando, las manos extendidas y sus ojos ya sin vida. Lucy se había suicidado.
Está historia no tiene bonito final, disculpen si no fue de su agrado, pero y les advertí que sería mi primer cuento, así que con eso me lavo las manos. Buenas noches. |