Creo que nunca de los jamases podría llegar a ser un maldito, un ser maldiciente y en consecuencia, una piltrafa de ser humano, más bien horneada en los crisoles del averno que salido del vientre de una santa mujer. No podría intentar un ataque alevoso a cualquier ser indefenso, si bien no me caracterizo por ser un dechado de caridad. Podría escribir atrocidades, descender al peor de los infiernos y describir al demonio con pelos y señales, pero, perseverar en el contenido, ser un malvado de pies a cabezas, no me nace ni me sienta. Por eso, acaso porque entiendo a mi manera este mundo de letras y ecuaciones, me pregunto: ¿Cuántos de esos malditos que pregonaron a los cuatro vientos su rebeldía más intransigente, no son en la intimidad, corderitos lechones o padres de corazón dadivoso?
En esta misma página, convivimos con seres de verbo oscuro, tenebroso, tanto, que uno tiende a pensar que son terribles asesinos, descuartizadores atroces, pervertidos que aúllan a la luz de la luna y se refocilan en la penumbra. Pero, también uno tiende a pensar que esos mismos espantosos y ufanos malditos, bebieron leche descremada antes de empaparse literariamente de sangre y de odio a todo lo establecido, juntando al unísono chapitas y postales de dibujos animados para sus hijos.
Creo sí, que si fuese un hombre solo, sin progenitores, hermanos, hijos y sin perros ladradores durmiendo en las cercanías de mi covacha, me dedicaría a escribir horripilancias aún más devastadoras que las que hoy escribo, poemas incendiarios y escrituras diversas nacidas de la sangre de mis vísceras. Pero, me detiene el ceño fruncido de mi madre, la honra de mis predecesores y la mano de la mujer amada, que me impulsa a ser un hombre de bien. Como se puede ver, las circunstancias me frenan y acaso las verdaderas cortapisas sean el daño que pueda provocarles a mis cercanos y una cortedad de genio manifiesta para describir a estas aceras dantescas por su propio nombre.
De maldito, nada, aunque todo me revuelva las tripas, como a ella, a él y a casi todos los demás…
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