Escribir es tan relativo como el tiempo, o el clima, porque nadie sabe dónde van a parar las palabras, ni siquiera las de ese comentarista en televisión que anuncia un sol primaveral mientras los ventanales resuenan con los golpeteos de la lluvia. Pero en general es difícil y yo un tartamudo de 40 años no encuentra las palabras, ni siquiera para este simple adiós.
¿Cómo despedirme entonces?, hablar no puedo, porque mientras mi lengua lucha por terminar cada palabra, me ahogaré en tus lágrimas y con tus sollozos iracundos mi voz ya entrecortada peligra en desaparecer. No, hablar no, ni tampoco escribir; Si sólo pudieras leer el hastío en mis ojos. Sin embargo no me ves, y que harto estoy de tus ojos blanquecinos, harto de que no puedas hacer café, de tener que abrirte la heladera , llevarte hasta la cama sin tropezar, que me hagas el amor a tientas, sin conocer mi espalda, ni mi boca, mis ojos -como no conocer mis ojos - y de que para ti yo podría ser cualquier otro, desde que te abra siempre la heladera y no olvide nunca las goticas de naftalina en tu almohada para la migraña.
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