Sos ese cielo que es cielo sin estrellas, ese cielo citadino que me toca y que aborrezco, que no deja de ser hermoso tampoco, pues no deja de ser cielo por mis odios reprimidos. Tal vez a alguien le parezcas hermoso cielo mío, pero a mí no me engañas y eso de no tener estrellas no está nada bien.

Tus luces son más bombillas que otra cosa, perdiste lo que es infinito y lo tapas con nubes de smog negro. Pero está bien, no podemos tenerlo todo nos dicen y me toca pintarte una que otra estrella de cuando en vez para sentirnos bien. Me aterra como la ciudad se refleja en ti cielito, algún día quedaras a su merced como en las mañanas, cuando los aviones insolentes andan por ahí rasgando tus nubes.

Me gustaría verte diferente, vos lleno de estrellas y yo desde aquí mirándote, pensando en que ya no necesito pintarte estrellas, porque esas que tienes son irremplazables y sería para mí un sacrilegio imitarlas con mis torpes manos; pero nos contentamos con cualquier cosa, y me toca quererte así, así porque si, así no tengas estrellas y no seas el cielo multicolor de mis sueños con ojos negros y labios color carmín.