Los ojos de Khaled eran grandes y negros como aceitunas, miraba de una manera, que los occidentales con sus tabúes, no podrían nunca comunicar de la misma manera; de ninguna igual manera.
un gesto de similar latitud, donde este hombre de origen oriental llevo durante toda una vida, sin disfraz, un día me contó en su Ingles poco fluido, que en su niñez; siempre vendía frutas en lo mercados de Gaza.
Aqui
khaled vendía calcetines,
ropa usada, en un carretón en la calle,
apenas sabia pocas palabras en castellano,
Vendía más por sus ojos y gestos, que por palabras.
El color de su carretón era de un azul mar,
pero no vendía pescado,
era el único Palestino en el pueblo,
en el centro de Chile.
A Khaled un día lo encontré muy triste sentado en un puente ferroviario,
Le he preguntado si estaba enfermo,
No me ha respondido, tan solo quiero volver,
A mi tierra Palestina.
Allá tengo corderos, olivares, tres mulos,
y dos niños, uno de 5 años y el otro de 10,
he dejado mi pequeño negocio de especias,
Añorando su tierra natal, se puso a llorar.
he entendido que lo que le ha ocurrido ha este buen y gentil hombre,
Era un síndrome el de Ulises,
temiendo que en estas tierras tan australes, se fuera a morir de olvido.
Juan_Poeta |