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El Arte de engañar

Reconozco que es una cobardía ocultar mi nombre y que utilizar un seudónimo hace aún más inverosímil esta historia. A mi favor y como atenuante debo expresar que estuve involucrado en los hechos, por lo que mi testimonio representa información de primera mano. Para reforzarlo adicionaré como prueba fehaciente el informe clasificado que mañana filtraré en la red.

En mi relato hablaré de los personajes y sus habilidades en forma genérica sin mencionar nombres ni hacer explícita mi habilidad con la cual se pueda inferir mi identidad. No soy ingenuo, sé que la aguda inteligencia de algunos y la suspicacia de otros me descubrirán. Tan convencido estoy de ello que incidentalmente contribuiré para que así sea.

Fuimos convocados por una institución privada que por enésima vez lanzaba el desafío a las personas que se pretenden dotadas de poderes extrasensoriales. No puedo precisar el procedimiento selectivo mediante el cual se redujo, de una multitud de aspirantes, a un grupo compacto de cinco integrantes conformado por un telépata, un experto en telequinesia, un médium, un vidente y un chamán.

Los cinco fuimos víctimas de un sombrío plan, engañados inocentemente pese a nuestras particulares capacidades. Cuando comprobamos la condición cautiva en que nos encontrábamos, nuestro cuerpo ya mostraba huellas de tortura. A partir de entonces, los captores, en una actitud de excesiva confianza, desfachatez y cinismo, no ocultaron sus intenciones y con lujo de detalle nos explicaron los métodos que utilizarían. Quizá porque tenían la certeza que de alguna manera nosotros obtendríamos la información.

¿Por qué nos raptaron? Éramos sujetos de estudio, ratas de laboratorio en las que probaban sus más avanzados logros del Programa Monarca. Era un control mental a través del trastorno de identidad disociativo, una inducción hacia un alter profundo, hacia una personalidad ficticia y bajo control del programador. Tuve un presentimiento, una sensación de alerta que comprimió mi acelerado corazón, producto de una deducción lógica. En lo absoluto éramos mentes asequibles a la dominación, por lo tanto requerían de mayor rigor, de extremar la aplicación de sus métodos, ya desde el inicio, brutales.

El eje principal para la inducción del alter profundo es el trauma que presumen alcanzar a través de prácticas de tortura poco ortodoxas. Con propósitos ilustrativos sólo mencionaré los procedimientos a los que fuimos sometidos que contribuyeron al desenlace final. Innecesario y traumático resultaría describir vivamente cada uno de los métodos viles y de extrema barbarie que nos aplicaron.

La privación sensorial que el médium sufrió, lo transportó por los senderos que conducen a la locura. Él fue introducido en una piscina del tamaño de un ataúd que contenía un líquido gelatinoso, el cual saturó todo su cuerpo a través de todos sus orificios; sus ojos, oídos, nariz y boca quedaron inundados, bloqueados a cualquier percepción. Como el líquido era denso, mantenía a flote al médium y su consistencia era tal que inhibía la sensación del tacto. Esta condición de privación sensorial fue aplicada en plena conciencia del médium que podía razonar pero no sentir.

Este trauma nos sensibilizó colectivamente de manera tal que la empatía formó parte de nuestra íntima relación. Se generó un sentimiento solidario que permitió unificar habilidades en contra del enemigo común e iniciamos un contraataque de alcances importantes sin triunfos significativos. Como ha de entenderse, por estar unidos con un cordón mental que nos hacía uno, la defensa fue síquica, de inteligencia práctica. A reserva de los objetos que el telequinético lanzaba cuando la pupila de sus ojos fulgurantes se dilataba como la de los felinos en la oscuridad, el resto no usó agresión física.

Tal vez el azar o el encono eligieron para mí la tortura y la asfixia por ahogamiento en forma simultánea. Fui atado boca abajo y abrazado a un tubo que funcionaba como émbolo desplazándose en forma vertical de arriba hacia abajo y de regreso introduciéndome y extrayéndome en una cisterna llena de agua. Primero a una velocidad relativamente rápida que entre inmersión y extracción me mantenía dentro del agua sin respirar por alrededor de cuarenta y cinco segundos, al tiempo que en su carrera ascendente, puntiagudas agujas rasgaban mi espalda y mis glúteos, al principio de forma casi imperceptible, luego progresivamente doloroso porque en cada ciclo se alargaban más. Estaba diseñado así para provocar la reacción cuando se perdía el sentido.

En los primeros doce períodos, logré burlar a mis torturadores, en el descenso expandía con grandes bocanadas de aire los pulmones, arqueaba la espalda para engañar al sensor de las agujas, en tanto que en el ascenso soltaba todo el aire y me abrazaba con mayor fuerza al tubo para contraer mi cuerpo. Extrañados de que mis heridas no profundizaban, invirtieron el proceso. El instrumento de tortura se activaba cuando yo bajaba provocando que soltara un poco de aire por el dolor y me asfixiara con mayor rapidez, y en la superficie me arrojaban sal en la espalda para que despertara de mi desmayo.

Innegable era su habilidad para torturar, como indiscutible su conocimiento para determinar el umbral del dolor permisible; se aseguraban de mantenernos con vida para lograr su objetivo final.

Este oscuro episodio fortaleció tanto nuestros nexos que cualquier daño inflingido a uno indefectiblemente el dolor era asimilado por todos. Llegado a ese punto de conexión se desató la sinceridad en el grupo y hubo una delicada confesión; el vidente no tenía esa capacidad, había fingido, su habilidad residía en una ágil astucia mezclada con una intrépida audacia.

La más fantástica experiencia ocurrió cuando intentaron exponer al chamán al límite de la muerte; lo aislaron en una cámara criogénica que lentamente fue enfriando su cuerpo. Su rostro fue adquiriendo rasgos de serenísima santidad. A través del telépata nos comunicó que iniciaba su trance para fugarse y regresar fortalecido por nosotros.

En ese momento el gas nitrógeno se hizo más denso y dejamos de ver el cuerpo inmóvil del chamán, oyendo que crujía conforme se congelaba. Cuando todo el vapor se sublimó logramos ver el molde vacío de la figura del brujo.

El chamán se había marchado. Una sensación de tristeza y júbilo se apoderó de nosotros. Era como si yo mismo me hubiera escapado y al mismo tiempo reconocía que nuestra fuerza menguaba. Sólo quedábamos tres con vitalidad para continuar nuestra oposición, debido a que el vidente después de su confesión se había empequeñecido casi hasta desaparecer.

La pronta irrupción de un nuevo personaje, modificó la rutina y nuestra suerte. El giro consistió en una atención centralizada en ese individuo, lo que provocó que poco a poco fuéramos relegados. Por esas cosas extrañas de la mente, de aparente abandono del sentido lógico, algunos empezaron a sentir celos del nuevo. En cambio yo me aferraba a una sensación subjetiva de inexplicable confianza hacia él. Su conducta sumisa, condescendiente y hasta de ingenuidad infantil, contrastaba con nuestro espíritu rebelde y obstinado en la confrontación.

Es probable que ese comportamiento fuera propiciatorio de la desmedida diferencia en el trato que recibió; relajado hasta evadir cualquier vigilancia. Ello me fue alentando cada vez más y aumentó mi satisfacción hasta el punto de arrancarme una sonrisa de satisfacción velada, cuando me crucé con su mirada y me guiñó un ojo.

De alguna manera su asertivo carácter cegó de confianza a nuestros captores. Fue así que cuando más confiados se mostraron, en su primera misión los traicionó liberándonos de la forma más inverosímil y sencilla; por la puerta principal y sin ninguna restricción.

Este personaje nuevo, además de la libertad, me dio dos regalos. El primero, saber que a veces se gana más fácil sin pelear, y el segundo, el documento del que hablé al inicio y que explica todo: mi identidad y la de mis captores. Para cuando lo suba a la red, estaré transformado hasta ser irreconocible; habré dejado la personalidad sumisa que ya no me sirve y tendré otras.

No me he permitido dudar en los últimos años, sin embargo no acierto a precisar si es un gesto sincero de compartir mi satisfacción interna u otra cosa. Cualquiera sea el origen de este impulso, les adelanto el contenido del documento:

“DOCUMENTO CLASIFICADO

Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos

Vladimir Rus, exagente de la KGB de origen cubano, reclutado por la Agencia de Inteligencia. Padece el trastorno de personalidad múltiple.
Mediante el Programa Monarca se logró realinearlo con éxito. Hemos eliminado las cinco personalidades adversas a nuestros objetivos e implantamos una más dúctil y sumisa bajo el control del programador. Está listo para su primera misión.

Capacidades: telepatía, telequinesia, médium y practicante de brujería.”

Texto agregado el 03-07-2012, y leído por 749 visitantes. (21 votos)


Lectores Opinan
01-05-2014 cuando veo al ministro de economia me pregunto si para hacer un analisis estadistico no sera necesario saber algo de prestidigitacion, ya que a veces del sombrero sale un burro y no un conejo; el conejo multiplica la desgracia, pero el burro, el burro le punza el ojo al pueblo. si seguimos asi va terminar gobernando un ciego :) ... saluditos atanasio
01-01-2014 Ains!!! Inesperado, muy inesperado. Pero fuerte y descomunal. De repente volvieron a mi mente aquellos manicomios de principios del siglo XX, con sus piscinas de hielo, terapias de electrochoque y otras bestialidades pensadas para "sanar el alma". ikalinen
10-08-2013 Hay algunos editores que recomiendan que uno lea sobre las temáticas que le atraen para que lea más. Esta recomendación queda chica cuando uno gusta de leer lo que escribas, trátese de lo que trate. Solo_Agua
27-06-2013 Muy bueno. Me sorprendió muchísimo el final. Ni siquiera me gusta la ciencia ficción, pero la cantidad de detalles y el estilo sobrio dan una sensación de realidad completamente creíble. Felicitaciones. ciertascosas
10-06-2013 Escribes muy chido :), muy bueno! Bestiabuk
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