Yo soy un hombre de paz, reposado. En contraste mi imaginación es inquieta no tiene freno, por lo que me dedico profesionalmente a la elaboración de guiones cinematográficos, traduzco y adapto obras teatrales, a redactar anuncios en una agencia de publicidad. Por cierto ahí fue donde conocí a mi esposa, una famosa actriz de cine y además una verdadera diva en el ambiente teatral.
Ella es la que me tiene con sentimientos encontrados. Me gusta la poesía, pero la del siglo XIX. He memorizado poemas completos de José de Espronceda y las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Y una rima de él, parece que fue escrita para el problema existencial que le dio un traspié a mi flemática, aburrida pero lujosa existencia:
“Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡Y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.”
Bécquer
No cabe duda que Gustavo Adolfo si era poeta. Yo no perdí la conciencia, sino que al contrario esbocé una sonrisa de suficiencia y de hombre de mundo cuando “mi fiel amigo” me contó el chisme, adiviné el porqué de las caras burlonas de mis compañeros de trabajo en la agencia de publicidad, desde luego no le di las gracias y comprendí por qué se mata.
“Sabes preciosa me dijeron que tienes un affaire con Beteta ¿qué hay de cierto?”, le pregunté con cierto temor a mi bella esposa, en el intermedio de la obra teatral que estaba representando en Broadway. “¡Ah, ya te fueron con el cuento!, pues sí, debí de habértelo dicho, pero ya vez he estado muy ocupada con los ensayos”, me contestó con la mayor tranquilidad del mundo y no suspendió la elaboración de su maquillaje. “¿Y de nosotros qué?”, volví a cuestionarla. Su respuesta me dejo frío: “Tú eres un guionista muy inteligente. Sabías desde el principio que yo me debo por completo a mi carrera. Me casé contigo porque necesitaba un marido tranquilo, ya estaba cansada de los actores como mis dos maridos anteriores, pero, sabes que tengo fuego en las venas e Ismael o Beteta como tú lo llamas es un hombre muy atractivo aunque tenga muchos amaneceres que lo hacen más interesante, además es un productor y dueño de la agencia que me promueve y donde tú trabajas, él dará mayor realce a mi carrera”. Como si estuviera en escena imperturbable continuó: “Aprovecho este momento para decirte, que trabajarás hasta fin de mes en nuestra agencia, es lo mejor para ti. Podrás rehacer tu vida de escritor ya sin el problema del trabajo”.
¡Sin el problema del trabajo!, vieja bruja, ¡fuego en las venas!, valiente puta e hija de la chingada. ¿Y con qué me voy a mantener?
Con humildad tengo que confesar que la del dinero es mi esposa, mi raquítico sueldo, que voy a perderlo, no me serviría para vivir en esta cara y sofisticada ciudad. Me he acostumbrado al opulento penthouse, donde vivimos, con el confortable estudio donde trabajo, decorado con mis queridas antigüedades (ya que me gusta coleccionar lo bello e interesante), a la cómoda casa de la playa y a los dos autos ostentosos que tenemos. Pero, para ser honrado lo que más me duele es que estaba enamorado de ella. ¿Cuánto tiempo se necesita para engañar a un marido que es un buen tipo? Tres meses, desde que empezó la producción teatral. ¿Cuánto se necesita para engañar a un marido que resulta un idiota y mantenido según las malas lenguas? Un cornudo. Una palabra poderosa y más si le añaden la de pobre. ¡Qué joder! ¡Un cornudo! Evidentemente un buen tipo es igual a un idiota. ¡Un marido tranquilo!
Han pasado quince días desde que estoy en esta pensión barata de dudosa moralidad. Los trámites de nuestro divorcio aún no empiezan, porque mi mujer quiere esperar a que termine la temporada teatral para ir a las Vegas a un divorcio exprés. A nadie le di mis señas, por lo que me extrañó que la esposa de Beteta diera conmigo. De entrada me insultó diciéndome:
—Así que usted es el marido de esa golfa que se cree actriz. Debe ser muy poco hombre para aceptar que su esposa se acueste con mi marido.
—Mi querida señora —dije en plan ofensivo— el problema es mutuo, usted debe ser poca mujer para que su marido ande revoloteando en busca de otras damas.
No me canso de admirar a las mujeres, mi interlocutora pasó de ser una Gorgona terrible a una elegante y dulce dama de mediana edad y con afable voz me dijo:
—No debemos alterarnos, vengo a verlo porque le tengo una proposición muy interesante.
—Antes contésteme una pregunta ¿cómo le hizo para dar conmigo?
—Fácil, recuerde que en la agencia dejó su dirección actual. Lo que me interesa es contarle que una persona X podría solucionar nuestro problema.
— ¿Nuestro problema? —inquirí curioso.
Ella, al igual que yo, no contaba con dinero propio. La solución que esta señora me planteó era sencilla. Había recibido por correo una misiva donde le sugerían eliminar a su esposo y a la amante de él, por la módica cantidad de 50,000 dólares, sin contactos personales, nadie sabría quién sería el ejecutor y éste desaparecería de inmediato. Desde luego con muy buen criterio la señora juzgó correcto que yo cooperara con la mitad de la cantidad requerida.
—Pero mi querida señora —no pude menos que decirle—, de donde quiere que ya obtenga esa cantidad. Mire en que pocilga vivo, me dedico a escribir guiones y aún nadie me contrata. Mi mujer me facilitó unos pocos dólares y eso en calidad de préstamo mientras nos divorciamos.
La mirada que me dirigió la distinguida matrona era llena de desprecio, como si yo fuera un gusarapo raro. Sin decir una palabra se levantó del sillón donde estaba sentada y con su aire aristocrático salió de mi vida.
¿Sinceridad? Cuidado con la palabrita. Somos sinceros según nos conviene, no es que digamos mentiras, simplemente decimos verdades a medias. Cuando supe la noticia quedé estupefacto, incapaz de reaccionar. El señor Beteta, riquísimo productor, y mi mujer fueron emboscados cuando llegaban a su nidito de amor al descender de un lujoso automóvil. La ejecución fue de estilo profesional: cada uno recibió un disparo en el pecho y el tiro de gracia en la cabeza. Lo curioso del caso es que el asesino a manera de burla dejó el revólver junto a la cabeza del señor Beteta. Este revólver según describe el periódico (de donde obtuve toda la información) es de marca Smith & Wesson calibre 38 especial, de los que se fabricaron por los años cuarenta del siglo pasado. Desde luego sin huellas digitales. Cuando la policía rastreó esta arma se encontró con la sorpresa de que el dueño ya no pertenecía a este mundo y era inquilino de un tétrico panteón, sin familiares vivos conocidos. Debo ser sincero la noticia no me desagradó.
Los principales sospechosos de un asesinato son los familiares directos. Así que pasé toda una noche en el interrogatorio que me hizo la policía. ¿Cuál era mi coartada? ¿Dónde estaba en el momento de los hechos? Y preguntas semejantes. ¡Vaya monserga! La cantinela de los interrogadores es hacerte sentir culpable y al cabo de varias horas ya no sabes ni que dices. Desde luego llega un momento en que si te preguntan ¿quiere matar al Santo Padre? Tú les dices que sí. Por fortuna al saber que yo, ya no vivía con mi mujer los calmó un poco. ¿Qué donde estaba? Pues en mi pensión. Lo que no les dije es que ésta es un desmadre en cuanto entradas y salidas porque su principal rubro comercial es servir de hotel de paso, los encargados hacen la vista gorda de todo lo que sucede ahí y navegan en el cómodo mar de la ignorancia.
¡Noche infernal! Cuando al fin mis inquisidores me dejaron ir, ya el sol brillaba en todo su esplendor. No estaba desesperado, ni siquiera triste sólo desanimado. Primero fui al café y ante la vista de un suculento y abundante desayuno mis ideas se aclararon. A solas es uno sincero consigo mismo. No tenía remordimientos por haberles relatado a los jenízaros la propuesta que me hizo la esposa de Beteta. Ellos se lanzaron como perros hambrientos ante esta línea de investigación. ¡Fulana cabrona! Bien merecido se lo tenía. Aún en mi mente está la imagen de su desprecio. Yo pienso, todavía, que esta antipática señora es la autora intelectual del desaguisado.
Parece ser que el lugar común de que la justicia es lenta y errática es cierto. Los investigadores indagaron las cuentas bancarias de la esposa de Beteta sin ningún resultado positivo. No encontraron ningún retiro de 50,000 dólares, ni tampoco retiros parciales para completar esta cantidad. Desde luego nadie les comentó que Beteta para zafarse del fisco, manejaba mucho efectivo en sus múltiples tranzas como buen productor que era.
¡Total! Para la policía el asesinato de dos famosas figuras de la pantalla y del teatro, quedó como un crimen de autores desconocidos. Claro, ellos tienen la teoría por la limpieza con que fue ejecutado el trabajo de que se trató del crimen organizado. La causa fueron las movidas chuecas de Beteta y él fue el objetivo, mi mujer sólo se trato de un daño colateral.
La fama es efímera. Con un estricto criterio comercial la compañía cinematográfica elaboró el plan de volver a exhibir las películas donde mi mujer fue protagonista, mientras estaba presente la tragedia. Bien sabían que después de fallecida pronto la olvidarían. Como reclamo publicitario la misa de cuerpo presente se efectuó en la espléndida y radiante catedral de San Patricio. ¡Fue un acontecimiento mediático! Como cruel paradoja, la misa de cenizas estuvo desairada en el pequeño oratorio del columbario donde reposan las pavesas de lo que fue mi mujer. De todos modos el único extraño en las dos misas fui yo.
“Podrás rehacer tu vida de escritor”, palabras que escuche a mi consorte. Y sí, mientras espero a que se resuelva el intestado (con sorpresa supe que además de los bienes inmuebles y automóviles voy a heredar una millonaria suma después de los impuestos y el pago del bufete que me lleva el caso), podré pues seguir con mis dos hobbies: soy un coleccionista y esto me lo enseño mi abuelo que era su pasión, atesorar cosas raras e interesantes y desde luego el fantasmagórico arte de crear situaciones y personajes en guiones que aunque no se vendan son útiles.
Por fortuna no tengo prisa de tomar posesión de mi herencia, pues con 50,000 dólares se vive muy bien.
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