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Tijuana BC. Jun. 2012. Preguntas sin respuestas.
Hace un tiempo, escuche que había varias formas de viajar.
Y yo, que tan sólo era un conjunto de grafías, sin capacidad de decisión, me subí al primer tren que pasó por mi estación.
Me entregaron, y unos ojos envueltos en lágrimas, me hablaron de la emoción que supone recibir un correo.
Luego me guardaron en una cajita de metal, donde, de cuando en cuando, descubro esos mismos ojos que me dieron vida al leerme.
Y me hablan de la alegría al recordar a esa persona que en la distancia se acordó, y escribió...
Un retraso me dejó a las 3 de la madrugada sin alojamiento posible.
Dispuesta a pasar la noche en el pick up, me refugie en un lugar apartado.
En mis sueños, divagué, una y otra vez, que daban golpes leves en la ventanilla.
Golpes que lograban despertarme, sin alcanzar ver a nadie tras una niebla inexplicable.
Al amanecer, vi que me había detenido a las puertas de un cementerio.
Agité cucharillas en cafés que no llegaron.
Esperé en bancos de madera crujiente.
Bajé Lunas blancas en noches de café negro.
Elegí estrellas con rastros de caramelo, mientras caía en espirales de muchos por qué sin respuesta.
Al final, me tomé un café en un banco mientras miraba la luna de noche y las estrellas me dijeron que, si después de todo no encontraba las respuestas no debía seguir haciéndome más preguntas.
Soy originaria de una tierra tropical, y conocí las verdaderas nevadas, en la sierra de Sonora, experiencia que, laborando, me costo una grave neumonía.
Mis compañeros de trabajo, me dejaron al cuidado de una anciana cocinera, al borde del desahucio, sólo un milagro podía salvarme.
La anciana lo sabía y venía todas las noches con su hechicero a hacerme beber brebajes y bailar danzas extrañas.
Yo lo sabía y rezaba a mi Dios.
Al cabo de casi 15 días estuve curada.
La gente del rancho, del Trigo del Codorepe, pensó que el espíritu de su tribu me había salvado.
Yo pensaba que tal vez mi Dios había intercedido por mí ante la muerte.
Sin embargo, al despedirnos, ocurrió algo excepcional.
Nos estrechamos las manos, y pude sentir, cómo en una misma mano, habitaban dos dioses.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, donde hoy, intento no hacerme preguntas sin respuestas.
Andrea Guadalupe.

Texto agregado el 01-07-2012, y leído por 178 visitantes. (1 voto)


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