-Abre Ana, ya llevas dos días encerrada en tu habitación, no puedes quedarte allí de por vida
-No puedo abrirte, simplemente no puedo
- Puedes contármelo, ¡vamos! abre la puerta
-No es lo que tengo que decir lo que me preocupa, una vez que me veas así no me querrás nunca más
-Deja de decir tonterías, no pasa nada, sal y lo conversamos
-Tú no lo entiendes, mi máscara se quebró, no era a mi medida y si salgo ahora lo sabrás con seguridad, sabrás lo que soy y el resto también, sabrán lo de las máscaras.
-Pero todos la tienen, lo sabemos, es un acuerdo tácito,
-La verdad/mentira de las máscaras se sostiene por una delgada línea: la ignorancia y la sospecha de no saber si el otro las carga. La duda existe porque la certeza nos haría insostenible la convivencia, es inevitable ocultar lo que se aborrece.
-Yo también te aborrezco, pero no te preocupes, no notaras mi disgusto siquiera, incluso para soportarte tengo mi propia máscara.
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