Armando ese día fue a la pileta de aguas abiertas como de costumbre. Su pasión por remojarse era indestructible, pese a tener los pies en carne vida de tanto pisar el cemento de la misma. Cuando se calzaba, arrastraba los pies, para mitigar el peso de 150 kg. Y tener que apoyarlos de nuevo en un grito de dolor.
Armando se había divorciado de mí, hacia ya siete años. Del matrimonio habían nacido cuatro hijos que ya decidieron su rumbo en la vida.
Ahora tenia una novia Carmen, alta rubia como un sol, espigada su figura, con los pantalones embutidos para resaltar su garbo y presencia esbelta.
Pero los bienes de nuestro matrimonio no habían sido separados, sí el vinculo conyugal, que habiase derrumbado después de estos años rutinarios, crianzas, la vida cotidiana que transcurre lidiando con todos los crecimientos, vacunas, escolaridades y adolescencias tardías, pero los bienes gananciales seguían intactos e íntegros.
Por eso el negocio en común era letal, al disputarse las horas frente al mismo.
La madre de Armando había fallecido otrora hace años, cuando en una seguidilla de muertes Armando había perdido a todos sus parientes, el tío Alberto, la tía Eva, Tomaza su madre, su padre Don José el adalid del jazz, de los años 50.
Su madre Tomaza quiso tener un hijo doctor y un hijo farmacéutico y lo logro. Hizo todo lo que estuvo a su alcance, para dinamitar la carrera de Don José y enviarla al diablo para que juntos confabularan la familia perfecta. Una tiranía más absoluta, una desmesura de atenciones para los dos vástagos producto de su matrimonio con José a la edad de 40 abriles. Una añosa madre que pugnaba por serlo, y perpetuarse.
Y cuando se caso conmigo Tomaza puso el grito en el cielo. Armando solo lo hizo para enojarla, para convertir todos eso años de sumisión en una rebeldía saludable.
Para huir de su madre tiránica y caer en otra red mas sutil e inconsciente.
Yo Leticia, soy más demandante que su madre: demando afecto, comprensión, compañía, mientras Armando es el rey de la indiferencia.
Basta hacer su voluntad a troche y moche y nada más.
Prodigar caricias, alentar al pròijomo, esas materias no están en su arsenal, pero a sus hijos los quería, los llenaba de ropa, manjares suntuosos pero nunca un te quiero hijo desinteresado, favorecedor de la autoestima.
Armando transita los 60 entre la incomodidad de su nueva novia Carmen y mi presencia en todos los rincones del negocio familiar, fruto de 30 años de convivencia , no habiendo sido dividido los bienes, para no desheredar a los hijos, deseosos que sus padres perezcan para heredarlos.
Su único deseo es estar tranquilo, que no perturben su rutina diaria, con sandeces, y por supuesto cocinarse los manjares mas preciados, en suflés interminables de pescado, y brochotes para deleitarse con Carmen su nueva novia en el barrio de Villa del parque donde está su casita heredada de su padre Don José. (El fiestero viejo, que demandaba su grapita, en el bodegón de Villa del parque todos los días sentado en una mesita de la calle)
Ese día salía de la pileta y caminaba por las calles rotas de Moreno con su olla de metal sin levantar los pies del suelo, porque los tenía llagados del agua con cloro.
Rememora su pasado enjundioso entre sus mujeres, su madre, su ex esposa, y su novia Carmen que ahora tenía que soportar, demandando las caricias pertinentes .
La casa familiar que quedo muy grande y deshabitada estaba en el medio del negocio familiar.Había que pasar por ella para ir al comercio que estaba en la calle principal.
Rumiaba su pensamiento, con la olla en sus manos, cuando al cruzar la calle, no vio al coche que giraba por la esquina, trastabillò y quedó tendido en el cemento. El chofer bajo del auto, y lo llevó al hospital mas cercano el Santa Señor de la Guardia de Moreno
Ahora tiene un yeso en su pierna izquierda y Carmen y yo lo visitamos diariamente, (cuarto y quinto metatarso fracturados), hasta el restablecimiento de su pierna.
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