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Inicio / Cuenteros Locales / freyia / LAS TRES NOCHES DEL MONJE OSCURO

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Tala de once años sentía un gran temor por la oscuridad razón por la cual dormía siempre con la luz de su habitación encendida y la puerta abierta. Una noche en especial simplemente no podía conciliar el sueño, sentía tanto frio que la cobija térmica que poseía de nada valía y justo en el instante en que el reloj de su mesa de noche marcaba la una y quince minutos de la mañana una silueta apareció en el pasillo al verla notó que no poseía pies, cargaba una camándula gigante y vestía una larga túnica marrón con una capucha que cubría su rostro. La niña se horrorizó tanto que opto por cerrar sus ojos, al abrirlos de nuevo no había nadie con ella.

Al día siguiente contó lo sucedido pero nadie creyó en sus palabras, las horas pasaron y la noche llegó, Tala se fue a la cama y durmió casi toda la noche, pero despertó justo a la Una y quince minutos debido a que un frio espantoso la consumía, al abrir los ojos observó la misma sombra de la noche anterior, sin duda era un monje, aunque esta vez éste no camino a través del pasillo sino que se quedó frente a su habitación mirándola, la niña quiso gritar pero su voz no salía, estaba muda.

Cerro los ojos y al mirar el hombre había desaparecido, asustada en cuanto amaneció le pidió a su madre a que la llevase a una iglesia, petición que fue aceptada. Al ver al sacerdote Adolfo no tuvo más que contarle lo ocurrido, entre lágrimas y palabras entrecortadas la niña simplemente no sabia que ocurría. El clérigo de inmediato le dio una camándula pequeña en oro con una inscripción en latín y le dijo que pasara lo que pasara no la soltase pues ese monje no era mas que un demonio que recolectaba las almas de los niños que le temían a la oscuridad y que por nada del mundo le hablara, pues con cada frase aquel pusilánime ser la ataría con cadenas de fuego.

Al llegar la noche, y marcar el reloj la una y quince de la mañana Tala despertó, tenia amarrada en su mano derecha la camándula, al abrir los ojos el monje yacía frente a su cama y la niña con mucha destreza le mostró la camándula, el monje al verla, hizo que todo en la habitación se moviera y los vidrios de las ventanas estallaran. Paso algo menos de una hora entre lamentos y gritos, en los que Tala aunque estaba atemorizada no pronuncio palabra alguna.

Posteriormente la sombra blanca de un ser radiante apareció consumiendo la oscuridad de aquel monje y con un conjuro en una extraña lengua hizo que el ser del mal desapareciera no sin antes decirle a la pequeña infante “por la bendición de San Pedro te salvaste”.

Desde ese día Tala no volvió a temer a la oscuridad pues sabia que había fuerzas superiores que acababan con ella.

Texto agregado el 27-06-2012, y leído por 100 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-09-2012 brrrrr... como para no dormir muy tranquilo je je je me gusto. Un abrazo!!!! 5* luminosas yar
 
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