En la casa de Dora, “Avenida Rivadavia 24567”, Anabi se encontraba trabajando como mucama. La dueña, era una anciana a la que le gustaba que se hiciera todo perfecto. Anabi, era la que limpiaba, y siempre le pasaba algo. Ese día, Dora estaba acostada leyendo un libro, y Anabi estaba por lavar los platos. Cuando intentó abrir el grifo de la canilla, el agua no salió. Fue entonces que decidió tomar un martillo y comenzar a golpear la canilla en busca de una milagrosa reparación. No solo no se arregló, sino que el grifo se salió y el agua comenzó a salir a chorros mojando todo el suelo de la cocina. -¿Está todo bien?- Preguntó Dora desde su cuarto. ¡Si, todo bien! Respondió Anabi rápidamente y un poco tartamudeando. Tenía que solucionar el problema asíque tomó los platos y se dispuso a llevarlos a otro lugar. Pero en eso, tropezó con el agua del piso y todos los platos, bandejas y utensilios que transportaba, cayeron al suelo, quebrándose en pedazos. Como Dora era una vieja, estaba media sorda, asíque no escuchó nada y siguió leyendo. Anabi se desesperó y comenzó a juntar todo en una bolsa de basura. En eso, el gato de Dora, Missy, comenzó a tomar el agua del suelo, que cada vez era más abundante. “Salí de acá gata de porquería” Le gritó Anabi intentando darle una patada en la cabeza. Pero la gata se asustó, corrió y trepó por las cortinas de la sala de estar, las cuales cayeron inmediatamente. Missy totalmente asustada, comenzó a saltar de mesita en mesita tirando todos los recuerdos, fotos, jarrones y adornos que había.
“Pero será posible que una gata de mierda me haga todo este quilombo” Gritaba Anabi totalmente nerviosa mientras juntaba todo lo que había caído.
En eso, Dora clamó por ayuda: “Anabi, necesito que cambies mi pañal”. Dora se había cagado, y como era vieja, necesitaba ayuda. ¡Justo ahora se viene a cagar la vieja! Se quejaba por dentro Anabi mientras corría en busca de un pañal. No quedaban más pañales, y Dora le había dicho que comprara más antes de que se acabaran. No le quedo otra opción, Anabi agarró un pañal sucio de Dora, lo cepilló un poco, le puso perfume y se lo puso. Pero Dora estaba hambrienta. “Querida, no me harías unas masitas dulces que tengo un poquito de hambre” Le pidió Dora. “Si señora ahora le hago” le respondió Anabi con desgano. La cocina cada vez se parecía más a un pileta. Dentro de poco, solo se podría avanzar nadando. Asíque agarró el grifo y trató de ponerlo en su lugar. Al final, logró que encajara y que el agua dejara de salir. Agarró un trapo de piso al mismo tiempo que introducía las masitas pedidas por Dora en el horno. Comenzó a secar el piso y a ordenar un poco la casa.
De repente se escucho: “Anabiii… ven a ayudarme que me caí de la cama”. Anabi dejó el trapo y fue donde Dora para ayudarla. La volvió a acostar en la cama y le dijo que se quedara quieta. Dora preguntó por sus masitas. “Ahora le traigo las masitas Dora, espere que se están haciendo”. Pero Dora estaba decidida a obtener en ese preciso momento las masitas. ¡Quiero Masitas! ¡Quiero Masitas! Comenzó a gritar mientras golpeaba con sus puños los costados de su cama. “Todavía no están señora las masitas, se están haciendo” Respondió Anabi intolerante. Pero dora seguía gritando que quería masitas, así que fue a la cocina y sacó las masitas del horno. Estaban crudas, pero les puso un poco de azúcar y se las dio a Dora, la cual se las comió de inmediato mientras miraba de reojo a la cocinera de las mismas. Anabi había terminado su período de trabajo, y se disponía a salir cuando Dora comenzó a toser atragantada por una masita.
-¡Ayuda, me muero… Me muero! – Gritaba Dora mientras tosía. Anabi se hizo la sorda. “Adiós Dora, la veo mañana”- Dijo la mucama. Salió de la casa mientras escuchaba las maldiciones que Dora enviaba a todo el mundo a causa de su tos. Anabi llegó a su casa, agarró el teléfono, llamó a una ambulancia y dijo que una señora se estaba ahogando en la dirección Avenida Rivadavia 24567. Después, se sentó a mirar su novela favorita. |