El hombre, seguro en su residencia, conocedor de su hábitat, fue invitado para vivir en una región de salvajes por el período de un mes, en donde grandes monstruos acometían para tragarse a una montonera de personas, era algo abominable, pero había que resistirlo, esquivar a bestias vociferantes a cada paso y ponerse a salvo de las armas de los que intentaban dejarlo desnudo y sin sus preciadas pertenencias. No, cuando constató que reptiles malhadados arrojaban al cielo venenos que acabarían por matarlo, no lo pensó dos veces y se quedó en la selva suya, tan conocida, con sus propias bestias y con un cielo azul transparente y saludable…