Este cuento inicia con una idea de Cortázar (en Rayuela) adaptada a la necesidades de nuestro tranajo compartido.
participan por orden * Idaluz, Sirmiliano y Hugomerlo
En San Quintín
*4 de diciembre de 19…
A pesar de los esfuerzos de sus abogados y de un último recurso de apelación, Lou Vincent sería ejecutado esa mañana en la cámara de gas de la prisión de San Quintín, estado de California. Cincuenta testigos estaban por presenciar la ejecución . Entre ellos una mujer que miraba aterrorizada al condenado y varios periodistas.
*La mujer no miraba a los ojos al reo a muerte. No podía. Estaba acusado de varios robos a mano armada en diferentes bancos, y en unos de ellos una bala perdida ocasionó la muerte fulminante de su pequeña, de seis años. Le producía pavor el rostro frío, impasible, arrogante y carente de sentimientos que tenía a unos metros de sí. Su testimonio fue determinante en el juicio para que cylera todo el peso de la Ley sobre ese indeseable.
Lou Vincent no cesaba de mirar el reloj, en un lastimero intento por parte de su abogado de pedir clemencia al Gobernador. Todo era posible, la esperanza es lo último que se pierde. A Vincent le acompañó la mala suerte desde el mismo día de su nacimiento. Abandonado por su madre a la puerta de una iglesia, se crió en el orfanato de Santa Cruz. Allí no aprendió nada de provecho, sólo cómo hacer gamberradas con los chicos más grandes. A él siempre le gustaba destacar en la proeza más arriesgada y difícil. Con doce años le adoptaron los Grant, que sólo querían un peón para que trabajara los viñedos de su propiedad. A los quince se fugó de esa casa para empezar a ser un fuera de la Ley. Empezó con pequeños hurtos para subsistir. Luego llegaron los robos de coches, y antes de los veinte años era ya un experto en atracos de bancos.
* Faltaban tres minutos para las once en punto, hora indicada en el edicto gubernamental para la ejecución. Detrás del grueso vidrio del costado se aprestaba el guardia para que la orden fuera cumplida puntualmente. Los segundos se plasmaban en las agujas del reloj y el corazón de Lou Vincent galopaba fragorosamente mientras se dirigía irremediablemente al fin de sus días. La inmovilidad de su rostro no condecía con las pulsaciones, la velocidad del torrente sanguíneo, el abrir y cerrar de las arterias. Lou pensaba en su sangre y por semenjanza su mente lo llevó a recordar las distintas sangres derramadas. Alzó los ojos, vio a Margaret con su cabeza gacha y no pudo evitar pensar en la pequeña Molly, en cómo se había deshecho en sangre entre sus brazos que ya no sostenían el arma. Se afanaba en tratar de parar la hemorragia. Se dejó arrastrar por los guardias aunque hubiese querido abrazar a aquella mujer. Lo último que recordaba del fatal día eran los anegados ojos de Margaret que sostenía la cabecita de su hija mientras su pequeño pecho se agitaba en espasmos finales. Instintivamente Lou cerró los ojos y comenzó a llorar. No logró advertir que ya eran las once en punto...
(Hugodemerlo) Las campanas de la capilla de San Quintín anuncian las once en punto, Lou Vincent mira el reloj de pared en la sala de ejecución, y el fotógrafo del News de California toma la primera fotografía al encargado de abrir la llave de gas, sonriente por ser su primera ejecución en la cárcel.
La segunda foto es para el condenado que comienza a recibir el elemento gaseoso y letal.
Ya no corren lágrimas por sus mejillas, su rostro empieza a transformarse en el otro Lou Vincent que lo habita...el perverso, el asesino, la bestia enjaulada y enojada con la puta y resentida vida que tocó vivir, la que el mundo indiferente fue moldeando con los años en el orfanato donde le pegaron, donde le enseñaron que vino a este mundo para sufrir, donde comenzó a sembrar el odio, donde lo violaron...
Jamás conoció el amor, sus padres biológicos lo abandonaron, de sus padres adoptivos tuvo que huir, de el orfanato tuvo que huir, de la policía, de la gente, hasta de sí mismo quiso huir...también de Dios.
11:02, las más de cincuenta personas presentes se preguntan por qué siguen tocando las campanas.A Lou Vincent comienza a hinchársele la cara, los ojos hacia afuera inyectados en sangre, y una diabólica sonrisa asusta a los presentes. Margaret horrorizada siente un fuerte dolor en el pecho y tienen que atenderla.
11:05, todo el cuerpo de Lou se va hinchando, comienzan las primeras convulsiones y el fotógrafo del News se reparte entre la espeluznante mutación dentro de la cámara de gas y los primeros espasmos de Margaret.
11:07, el inflado cuerpo de Lou Vincent hace que las cintas de cuero que lo mantienen sujeto a la silla comience a estirarse. Con una fuerza descomunal ayudada por el sudor de las muñecas logra liberarse ante la incrédula mirada de los presentes. Comienza a insultar y golpear el grueso vidrio de la cabina mientras en la sala entra el grupo de emergencias con un desfibrilador portátil para Margaret que tendida en el piso no deja de mirar al asesino de su hija.
11:10, la gente se pregunta cómo puede resistir todo este tiempo con tanto gas en la cabina, por qué se soltó de las riendas, murmuran, se miran entre sí, algunos piden que acaben con todo esto de una vez, mientras tanto afuera sigue sonando las campanas.
11:12, la cabina está llena de gas y de odio…Lou Vincent tiene preparada su ultima jugada, una sorpresa preparada, meditada y descabellada como solo a él se le podría ocurrir.
No se entiende como puede resistir tanto tiempo, tiene la cara, y las manos llenas de ampollas que revientan a cada instante, introduce los dedos en su boca para provocar un vomito que descompone a los presentes, y junto a lo que fue su último alimento aparece entre sus dedos un encendedor.
Todo el mundo en la sala de ejecución intenta huir por la única puerta del lugar, provocando una avalancha. Se pisan unos a otros en la desesperación y dejan a Margaret sola en el piso mirando a Lou Vincent accionar el encendedor con el último sonido de campana.
La cabina explota en llamas, y algunos de los vidrios alcanzan a Margaret.
Los bomberos tardaron casi dos horas en apagar el incendio, el fotógrafo del News retrata lo que queda de la sala, todo reducido a escombros, y entre medio de la escena el cuerpo carbonizado de Lou Vincent con el encendedor en su mano derecha, y mas allá debajo de la mampostería, el de Margaret…su ultima victima.
FIN
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