uno que ha amasado durante años harina para luego mezclarla, hornearla y venderla como que se siente un poco un pedazo de pan...
me miro al espejo y no veo más que el horno en las pupilas de mis ojos, la harina en cada pared de mi cuarto, los insumos en cada problema que llega a mi vida... en fin, me he convertido en un panadero y no sé qué otra cosa hacer...
cuando salgo por la calle todos saben lo que soy, que no es otra cosa que lo que hago durante casi toda mi vida... me pregunto si algún día haré otra cosa... me pregunto muchas veces esto, pero, tan solo el licor y las mujeres me borran esta conciencia que cargo...
siempre quise ser aviador, volar por los cielos, llegar a cualquier lado y esperar lo inesperado, vencer mis propios miedos cuando algo me avisa que me muero... en fin, un sueño continuo que cargo pero que se ahoga cuando llega el día a día... y llegan los momentos en que todo es un enjambre de harinas y sudor...
me gusta hacer pastelitos, siento como que son como mis hijitos que nunca tuve ni tendré... les miro, los adorno, les doy su punto de dios y ya... les entrego una parte de mi corazón al dueño de la panadería...
llega la tarde y luego la noche, el día y los días, los vivos y los muertos que llegan siempre a través de un rostro lleno de dolor... en fin, la vida continúa y yo sigo en mi mesa de trabajo, con mi laburo que no me suelta ni soltará hasta que exprima toda mi energía y me lleven al hospital... ya lleno de cansancio y eso que llaman vejez... y aunque cargo con más de sesenta años, aún me siento como un árbol... parado y lleno de hojas y frutos a quien quiera compartir... en fin, soy como los poetas que escriben su libertad en un papel... mientras que mi libertad está en la mesa en donde laboro... allí están mis años mas felices y los más tristes... allí está el llanto que tuve por las muertes de mis mas amados... allí están todos mis sueños jamás realizados... allí está mi sudor que me mira y me dice:
buenos días panadero...
|