Mi corazón se estremeció. Comencé a temblar agitada y repentinamente. Mantuve la respiración durante un momento, pero mi cuerpo estaba dominado por un intenso, pavoroso pero a la vez agradable escalofrío, que pude comprobar que comenzó en mi cuello, recorriéndome lentamente la espalda, desviándose lado a lado de ella. ¿No sé qué me ocurre? Me sucede cada vez que observo detenidamente esta fotografía. Luego va desvaneciéndose paulatinamente como si de una puesta de sol se tratase. ¡Ya no puedo más! Debo contárselo a alguien…pero el problema es que no tengo a nadie. Estoy sola en un mundo lleno de gente, gente que no sabe escuchar. No sabe escuchar a los demás ni tampoco se escucha a ella misma. Parece que la Tierra está plagada de máquinas cuya única finalidad es vivir el mayor tiempo posible y en las mejores condiciones de vida posibles. ¡Sí! que no se sorprenda nadie (si es que alguien me escucha) Hablo del ser humano, un animal, “racional”, que destaca sobre el resto de animales,“irracionales”, pero que…no sabe escuchar. O mejor dicho, no dispone de tiempo para hacerlo, lo cual es aún más estremecedor…
Si estás leyendo estas líneas puede que pienses:
-Bueno, y si tantas ganas tienes de ser escuchada por una persona que disponga de todo el tiempo del mundo, acude, por ejemplo, a la consulta de un especialista.
A lo que yo respondería:
-No puedes encontrar a nadie en el mundo, con todo su tiempo disponible para ti, y que, por supuesto, te lo ofrezca desinteresadamente. Podrás pasarte horas y horas tumbado/a en un elegante y confortable sillón de piel, contando cualquier historia de nunca acabar, a una persona (“receptor”) que no conoces de nada y de la que ni siquiera tienes la seguridad de que realmente esté escuchándote, porque al final de la consulta tendrás que abonarle la pertinente cantidad y, por si no pareciera suficiente, te dirá, en tono amable (de…estás progresando a pasos agigantados pero has de volver porque aún necesitas un par de sesiones para recuperar la confianza en ti mismo/a…), lo que debes hacer con tu propia vida… Esto no es escuchar. Escuchar no es lo que, suponiendo que yo estuviera hablándote, tú, lector, haces en estos momentos: existe en tu subconsciente un enorme deseo de saber cuál es el final de este relato, de terminar d leerlo, aún cuando no te parezca aburrido y, es más, te resulte extremadamente interesante,…porque toda nuestra vida está manipulada por el tiempo. ¡Y eso que lees voluntariamente estas líneas…!Te puedo asegurar, pues, que no existe en el mundo nadie dispuesto a escucharte durante el tiempo que tú creas conveniente. Pero…,¿realmente sabemos escuchar sin recibir nada a cambio? o mejor dicho ¿sabemos hacer algo sin recibir nada a cambio? (en este caso habría que exceptuar, evidentemente con sus correspondientes reservas, a los enamorados dominados por la pasión, efímera como la vida misma, o, mejor aún, al amor en sentido amplio, abarcando todos los campos) Pero siguiendo con el tema y refiriéndome a este sentimiento, por muy puro y sincero que sea el amor, nos cansaríamos de escuchar cuando entendiésemos que debemos dejar de hacerlo ¿o no? Volviendo al principio, puede que estés preguntándote:
- Y…¿qué era esa fotografía que al mirarla te sentías dominada por un intenso, pavoroso pero a la vez agradable escalofrío?
Y yo te responderé:
-Esa fotografía no era ni es nada, es decir, no existe y nunca ha existido, simplemente he comenzado así mi relato para captar tu atención. Porque… ¿seguirías aquí, con la misma curiosidad, si no hubiera iniciado de ese modo mis líneas? ¡Ves como llevo razón cuando digo que no sabemos escuchar desinteresadamente disponiendo de todo el tiempo posible y sin existir algo que nos motive a hacerlo! Para terminar, que es lo que realmente estás deseando que haga, te diré que la única persona que sabe verdaderamente escuchar eres tú . Tú, sí. Tú eres esa persona a la que llevo refiriéndome desde que inicié mi relato. Pero entiéndeme, no tú como lector, sino tu “yo” El “yo” es la única persona que sabe escuchar ¡compruébalo! Escúchate a ti mismo, reacciona ante tus problemas y no te dejes arrastrar por la adversidad. Sólo en la medida en que sepas escucharte a tí mismo sabrás escuchar a los demás, y sólo así lograrás encontrar la paz interior que redundará beneficiosamente en tus relaciones sociales. Nunca olvides este consejo. Entonces sí podrás decir, y sin reservas de ningún tipo:
-¡SÉ ESCUCHAR!
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