Mariano Valenzuela una persona de baja estatura, gorda y de tes extremamente blanca, trabajaba en unos pozos petroleros en de Boyacá a muchos kilómetros, de su apartamento ubicado las afueras de pasto Nariño, esa era la razón por la cual solo veía a su familia cada 20 días, circunstancia por la que los Valenzuela Vivian muy desunidos. Esther, una mujer hermosa de cabello largo y negro con una piel blanca, igual que copos de nieve, dedicaba muchas horas realizando compras y disfrutando con sus amigas de los clubes sociales de alto estrato. El mas pequeño de la familia pasaba horas y horas pegado enfrente de un televisor, con la supuesta vigilancia de su nana, la anciana Rafaela, quien mantenía en una "jaula de hora" a Justino, mientras ella dejaba impecable el apartamento del piso 12, por que si Esther Medina llegaba a su “hogar” y notaba algo desordenado se encolerizaba.
Desde que amanecía hasta que el sol se dormía, Justiniano veía muñequitos animados, pero el niño no centraba sus ojos en dibujos animados tradicionales, como los del conejo Boss o del pato negro de corbatin de cura, el entregaba su mirada en esas animaciones que inundaron los canales infantiles desde hace un par de décadas para acá, esos "muñequitos" en donde los personajes vivientes en el televisor, hablaban con Justiniano, le decían que brinque, que salte que hable en ingles, en chino, ademas que ayude a rescatar al jaguar y que le diga al zorro que no se lo lleve, en fin esas caricaturas que obligaban a Justiniano a entender que su mejor amigo era el televisor, y que solo hay puede ser un súper héroe poliglota.
Los años pasaron y la rutina de mis amigos los Valenzuela no cambio mucho, Mariano seguía trabajando en otros pozos petroleros, ahora en el caquetá, tratando de saciar la esclavizante necesidad por los Petro químicos de nuestra sociedad. Esther medina seguía en los clubes, ademas compraba los últimos zapatos, siempre preocupada por tener la falda y el corte de moda en Hollywood. Pero ahora que recuerdo, lo que si cambio fueron los gustos de Justiniano Valenzuela, quien a sus 11 años de vida, ya no veía "monachos" parlantes, los había cambiado por las redes sociales, en donde el precoz niño pasaba infinidad de horas mirando las ultimas fotos de sus amigos del colegio, de esa niñita que tanto le gusta pero a la que nunca le había dicho nada, tambien justiniano escribia que Pensaba y que hacia, pero sobre todo trataba de hacerse notar de la forma que fuese, sin importarle en ningún momento el peligro que esto le pudiera traer, al tiempo que la vieja Rafaela lustraba sin cesar el apartamento hasta lograr que el brillo de las cosas ,se tornara molestoso para los ojos, evitando asi los problemas con su insaciable patrona, adoradora de la limpieza pero quien no sabia lavar ni un posillo.
Cuando Justiniano ya no era un niño, específicamente a los 15 años, sus padres se divorciaron, Mariano se habia enamorado de alguien que dividía su edad, tiempo después Esther asegurándose de recibir de Mariano todo lo que le correspondía como su ex esposa, se enamoro de un atlético joven quien también era mucho menor que ella. Justiniano vio la separación de sus padres como algo que siempre había existido, la verdad poco y nada le importo este gran suceso de su historia, puesto que para el todo siguió ordinariamente normal, seguía viviendo en la misma impecable y vacía casa, con su nana que hacia todo por el y al mismo tiempo no hacia nada, con una mama que llegaba muy tarde en la madrugada a casa, a todo menos que dormir cuando el ya lo hacia.
Justiniano era lento de palabra pero de mente y dedos rápidos, como era de esperarse un computador personal, de ultima tecnología que le había regalado su madre en su pasado cumpleaños era su "nuevo mejor amigo" usando un termino que algún político importante dijo por hay, pero en fin, ese es otro cuento. Para Justiniano las redes sociales se volvieron insuficientes ya saber que fotos habían, o que decían o pensaban sus amigos, ahora caricia de importancia, “algo normal para la virtualidad, que cada poco necesita reinventarse, entregando cada dos meses algo nuevo por descubrí”, y asi mismo lo hizo nuestro protagonista, buscar algo nuevo que lo llenara.
Justiniano hablando en línea con algún conocido, recibió la propuesta de jugar un famoso juego de Rolls, pero Justiniano no sabia que eran estos juegos, aunque cautivaron su atención, por esta circunstancia supuestamente un amigo, le explico detenidamente como se jugaban y en que consistían, le dijo que un juego de Rolls en un juego en línea, en donde una persona asume un personaje que inicia siendo pobre de muchas maneras y la idea es convertirlo en el mas poderoso y millonario de todos. El reto de los juegos de Rolls le fascino a Justiniano, y asi nació su tercera adición.
Nuevamente Justiniano pasaba horas y horas metido en su lap, tratando de que ningún dragón y caballero lo matara, mientras conseguía los tres rubís y los dos diamantes que le faltaban para llegar al nivel 500 y ser el mas poderoso entre los poderosos de ese mundo virtual…
El juego de Roll, una hazaña que tomo varios años de vida a Justiniano por concluir, en su actualidad no era mas que otra anécdota, para su estado en su azulita red social, a los que todos sus conocidos amantes a estos juegos les gusto y ya, por que de hay no pasa mas nada, después de esto, por la necesidad de tratar de seguir con su nueva vida universitaria, y tratar de convertirse en un gran ingeniero de sistemas, llego la cuarta adicción, la que permite fusionar en el mundo virtual y el real, un costosísimo y "funcional" teléfono inteligente, de marca mora, en ese momento Justiniano sintió que su vida llegaba a la perfección.
Cansado de una larga jornada de trabajo, Justiniano llego a la habitación de su retoño, notando que Isaías contestaba al televisor todo lo que este le preguntaba, en ese instante Justiniano broto en llanto y cargo a su hijo, Justiniano miro hacia el televisor y vio que quien hablaba, era la misma niña de aspecto mejicano acompaña por un mico de botas rojas, enseñando supuestamente ingles a su hijo, la misma niña que años atrás lo hipnotizaba a el. Justiniano apago al televisor saco rápidamente a su hijo del cuarto y lo llevo hasta el estudio, lo sentó en un cómodo sofá, después busco entre sus libros uno en especial, y al encontrarlo se dio cuenta lo nuevo que estaba sus hojas parecían fabricadas ayer, lo curioso del libro, era que había sido regalado por su padre dos décadas atrás, en ese momento Justiniano entendió que las cuatro adiciones, habían flagelado su vida, entendió la necesidad de darle una vida distinta a su hijo, Justiniano cargo a Isaías y lo sentó en sus piernas diciendo, hoy te voy a contar el cuento de la rana y el lobo… Ahh y por cierto yo soy Justiniano Valenzuela quien escribe este cuento.
|