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—Maldita suerte —dijo Jaime en voz baja, mientras trabajaba en la elegante y amplia oficina de su tío Servando.
Jaime, estudiante del último semestre de contaduría en la Universidad Iberoamericana, estaba atrasado en las cuentas y no podría dejar este trabajo para después, ya que su tío lo quería urgente. Chepina, su novia, tendría que esperarlo y en lugar de ir al cine, sólo podrían ir a un café. No le quedó más remedio que avisarle por el celular de la demora.
—Cómo siempre perdiendo el tiempo —le reclamó don Servando al ver a su sobrino hablando por teléfono y añadió—, no tienes vergüenza, después de que los mantengo, tú desperdicias el tiempo y en lugar de agradecerme y procurar ganarte mi voluntad. ¡No señor! Estás de holgazán. Apúrate que necesito que acabes el corte de caja.
Don Servando, un rico industrial dueño de múltiples empresas y, que agradecía al cielo por haberlo dejado viudo y sin hijos, pues la vida era demasiado hermosa y llena de bellas mujeres que calmaban sus ímpetus varoniles. El industrial les presumía a sus amigos, que gracias a su buen corazón había recogido a su hermana viuda con sus dos hijos, Jaime el mayor y Tere la más chica (que a sus esplendorosos quince años, con su carita de mosquita muerta y un cuerpo de odalisca le provocaba sueños lascivos).
Lo que no decía, es que aprovechó a su hermana para tenerla como housekeeper, ya que la nombraba con ese epíteto burlón. La hermana se dedicaba a todos los quehaceres domésticos, se encargaba de las sirvientas, el jardinero, en fin del manejo de la casa de su hermano. Éste le echaba en cara de que estaban de arrimados y que tenía estudiando a sus sobrinos en la más cara universidad de Torreón: La Universidad Iberoamericana.
Sin embargo, la escuela donde estudiaban sus sobrinos fue escogida por él para mantener el Status Quo, como verdadero Caballero de Colón que era. Con pragmatismo obligó a su sobrino a estudiar para contador público para que le llevara su doble contabilidad en los negocios y se encargara de cobrar a sus múltiples deudores ya que era el agiote más desalmado de la región. Recordaba con orgullo que con poco dinero empezó su carrera de agiotista con mucho éxito.
Jaime se encargaba de administrar el burdel más prestigiado de la ciudad que don Servando con muy bueno tino lo puso a nombre de su hermana. Además el sobrino le llevaba las hetairas más bonitas y aunque el muchacho puso mala cara cuando le pidió que las daifas de preferencia debieran parecerse a Tere y usar la ropa de ésta, no le importó, él era el jefe y punto.
Don Servando tenía una sola afición: las mujeres. Dos mujeres le quitaban el sueño, una era su sobrina Teresa y la otra era la novia de su sobrino, la señorita Josefina, pasante de la carrera de química bióloga. No se explicaba el cómo se interesó Josefina en el zonzo de Jaime. Sin embargo él exigiría su derecho de pernada cuando llegara el momento y, en cuanto a Tere ya estaba desbrozando el camino. Le importaba poco cometer el pecado de incesto, se confesaría con su amigo el buen sacerdote cada vez que usara a la bella damita y quedaría libre de pecado.

—Chepina, no tiene caso que sigas perdiendo el tiempo conmigo —dijo un atribulado Jaime después de hacer el amor.
— ¿Por qué dices eso?
—Porque no tengo ningún porvenir, ya ves, tú tuviste que pagar el hotel porque siempre ando sin dinero, mi malévolo tío nos trae muy cortos y dependemos por completo de él.
— ¿Es tan malo tu tío?
— ¡Es un hijo de la chingada el muy cabrón! A mi madre la tiene de sirvienta. Mi pobre hermana de continuo está asustada y sin salir de su cuarto porque el tío siempre la anda manoseando. Y yo le sirvo para arreglarle sus movidas chuecas y a duras penas me da algo de dinero… —siguió contando sus desgracias, mientras Chepina pensaba: “pobre Jaime si supiera que cuando él no está, el viejo descaradamente me tira los perros”.
La joven tomó la cabeza de su novio, acariciándola y dijo más para ella que para Jaime:
—No te preocupes mi amor, ya veré como le hacemos para salir de esta situación.

Te sorprenderás cuando Josefina telefoneó diciéndote: “Don Servando perdone mi atrevimiento, estuve pensando en lo que me dijo la otra vez sobre hacerme sentir mujer. Lo he pensado mucho y estoy dispuesta a tomarle la palabra”.
Pensarás con alegría que eres irresistible con las mujeres o harás gala de tu cinismo cuando reflexionarás: “el dinero todo lo puede, la Josefina solita cayó, me dará sus favores para que la ayude y le facilite su matrimonio con el pendejo de mi sobrino”.
Considerarás que la paciencia da resultados, primero Josefina y mucho tiempo después tu sobrina. Con el pragmatismo que siempre te ha caracterizado llegarás a la conclusión de que vale la pena el matrimonio de tu sobrino con Josefina y sonreirás al razonar: “cuando se case mi sobrino, él y yo tendremos vieja”.
No podrás dormir, mientras esperas la cita en el anexo de tu oficina, un leonero de lo más elegante, donde le enseñarás a la dama lo que es un hombre sofisticado y con experiencia. Le pedirás a tu médico que te ajuste la dosis de viagra porque sería impensable quedar mal. La tratarás con cortesía ofreciéndole una copa para desinhibirla, para que no se mosquee estarán solos, nada de empleados y después…

Don Servando vio con satisfacción el sencillo arreglo de Josefina, una muchachita de trencitas y carita ovalada y oscurísimos, humedísimos ojos de gacela asustada; sandalias, una falda discreta y una blusa, nada de maquillaje ni joyas superfluas. Ella era una alhaja por su cuerpo de diosa prolegómeno de placeres sin fin…
—Preciosa, en la mesa hay una jarra de martinis, o coñac o whisky, lo que quieras. O prefieres un refresco, tú eres la que mandas.
—Gracias don Servando —dijo Josefina con voz dulce—. Deje que sea yo la que sirva.
—Desde luego, tú eres la reina.
Josefina dándole la espalda al galán, tomó dos elegantes copas de martinis y preparó la bebida, ofreció una copa a don Servando y le dijo:
—Brindemos por nuestra felicidad, bebamos hasta la última gota.
Lo que siguió, a pesar de tener una molestia en el cuello y en los labios, fue el paraíso para don Servando que estuvo firme y durable en el embate erótico. Ella, por su parte, desplegó toda su venustidad y sus ardimientos todos. Una mezcla de doncella pudorosa y descocada cortesana que a don Servando le pareció inexplicable.
Don Servando después del cielo comenzó a sentir el infierno en la tierra, con rigidez en el cuello, sin poder mover las articulaciones, falta de aire y un dolor intenso en el pecho, dolores imposibles de describir y el viejo hacia desesperados esfuerzos para respirar, su cuerpo presa de un ataque hacia arco sosteniéndose en la cabeza y en los pies. No podía gritar, sólo gorgoteos salían de su garganta hasta que la oscuridad hizo presa de él, dejando de respirar.
Josefina ya vestida y sin trenzas, impávida, con tranquilidad fue testigo del suceso y pensó: “bueno creo que nuestro problema está arreglado”.

El excelentísimo Obispo de la Diócesis de Torreón, en la hermosa catedral de la ciudad, oficiaba la misa de cuerpo presente de uno de los más preclaros hijos de la comunidad, Don Servando. Su deceso había llenado de consternación a los ahí presentes que abarrotaban el recinto eclesiástico.
Al terminar el servicio religioso, los restos mortales fueron llevados a la cremación, con el asombro de los buenos católicos, ya que al igual que los sacerdotes los caballeros de colón son inhumados. Sin embargo, fue orden de la hermana de don Servando, apoyada por su futura nuera, que se cremaran los restos.
En la funeraria fueron a recibir la urna con las cenizas Jaime y su novia, ésta se adelantó a recibirlos.
—Jaime, espérame un momento voy al baño —dijo Josefina.
El joven sonrió al darse cuenta que Josefina se llevó la urna con las cenizas al baño, al salir ella, le preguntó:
— ¿Tenías mucha urgencia ya que te llevaste las cenizas?
— ¡Ay Jaime cómo eres ingenuo! Había que tirar las cenizas de tu tío al inodoro donde es su lugar y poner en la urna cenizas que obtuve de quemar papeles.
— ¿Por qué?
—Por si las dudas, no vaya a ser el diablo y algún desconfiado quiera analizarlas —dijo la química bióloga con una enigmática sonrisa.


Texto agregado el 20-06-2012, y leído por 310 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-08-2012 Josefina, es la verdadera protagonista, representa la superioridad de la mujer. Felicidades Terryloki
02-07-2012 Ja Ja Ja sigo el hilo de tus pensamientos, y ah!Joder!!! exquisitos!!! efelisa
 
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