(La persuasión es un mecanismo técnico–defensivo,
una minucia alegórica,
tan débil como un quejido,
tan potente como una sarissa macedonia)
El organizador
Tu cuerpo y tu aroma persistentes,
un fantasma cargado de historias fracturadas,
¿qué quieres?.
El delicado balance se rompió y urges de aquellas respuestas.
Y ahí está…
el recinto de las perdiciones deliciosas,
el palacete ruinoso mudo.
Las fiestas extrañas acabaron,
la música disonante terminó.
Te quitaron las llaves de esos salones recargados de figuras oníricas,
las que te veían intoxicada…
interactuando en teorías bizarras.
Ya no se escucha la melodía decadente que invitaba a la ironía risueña,
tampoco el orador contradictorio y su discurso pseudo – apocalíptico,
el enjambre de invitados borrachos desapareció,
y volviste a ser algo común y corriente,
un fantasma que ronda los jardines descuidados,
una aparición que observa a través de los vidrios sucios,
a la espera del espejismo maldito agridulce…
¿no lo recuerdas?,
el desastre lo tiro todo a la basura.
Dejé de hacer los encuentros caóticos,
las ideas… las sangres… las conclusiones erráticas,
el evento costaba una fortuna,
los sirvientes escaparon y se robaron algunas cosas,
finalmente cerré el palacio inadaptado.
(Ahí los colores puros se desvanecieron)
Recuerdo haberte persuadido de formar parte del desarraigo,
para inmiscuirse en esto hay que perderlo casi todo,
optaste por estar en dos lugares a la vez,
pero en este juego de vidas extremas la indeterminación no sirve.
Tome la decisión a expensas tuya,
apague las luces,
y la fiesta acabó.
(pronto abrirá de nuevo… eso esta claro)
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