El primer amor, nunca se olvida.
Querido Diario:
No podía no sentirme apenada. Lo lastimaría por segunda vez, y todo por nada. Era por culpa de él, del que verdaderamente amaba, no del Encantador Poeta, sino a el que no me dejaba pensar correctamente; el que me hablaba con ternura; el que me pedía que sonriera, aunque sea por él; el que me decía que la parte que mas me añoraba de él era su corazón, que eso no cambiaría jamás. ¿Por qué no me importa sufrir cuando estoy a su lado?, ¿por qué me duele amarlo? Y en especial ¿por qué no puedo dejar de hacerlo?
–Chicas, a dormir que ya es tarde. –gritaba mi madre desde la cocina, supongo yo.
Cerré mi apreciado Diario, lo aseguré con llave (para que nadie lo leyera) y lo escondí bajo mi almohada. Me acosté en mi cama y permanecí pensando en todo lo que ocurría en mi vida, en cada minuto que hablaba con él, cada vez que lo veía sonreír hacia mí con amor, o eso es lo que me hace pensar. Suspire recordando todo el amor que nos tuvimos en ese tiempo no muy lejano de la vida, voltee mi mirada y apague el velador que ocupaba mi mesita de noche.
Pase una de mis manos debajo de mi almohada y me aferre a ella, aferrándome a mi Diario, aferrándome al pasado, aferrándome a él. Acurrucada bajo las sabanas, llore en silencio un largo rato mientras escuchaba chocar contra la ventana la lluvia, que me acompañaba en mi dolor. El viento entraba por las pequeñas aberturas de la ventana, helándome por completo, pero aun así no me importo en lo absoluto. Cuánta razón tenían. Cerré con firmeza mis ojos tratando de dormir, tratando de sacarlo de mi mente y corazón. Tan difícil sería olvidarlo, tan difícil sería olvidar mi primer verdadero amor...
Y antes de que todo sean sueños y fantasías esa noche, murmure:
–Te amo tanto y, aunque no quiera, siempre lo hare.
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