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El siempre fue inseguro y nunca se considero apuesto, cuando era niño sus compañeros del salón se burlaban por su aspecto pálido y sin gracia, le decían ET. Su mama lo adoraba por su inteligencia y su nobleza, pero él no podía evitar darse cuenta que ella prefería a su hija. La hermana de Juan diego era una completa princesa pero era tan perezosa como un gato en su cesta, el problema es que ella, Julieth Lopera, nunca salía de su cesta. Podía quedarse postrada en su cama viendo televisión y comiendo papas fritas con kétchup durante todo un día.
Juan dieguito Lopera a sus 16 años tuvo la desgracia de conocer a la joven más bella de su vida, y enamorarse de ella. El era de tez muy blanca, el acné había acabado por convertir sus mejillas en 2 masas rozadas que se destacaban sobre el resto de su cara, excepto en su frente donde afloraba otra cantidad de granos. Diego sabía perfectamente eso, debido a esto, a pesar de que el amor de su vida y él compartían el mismo grupo de amistades, el no se atrevía a entablar una conversación con Mariana.
Cuando se juntaba con sus amigos, mientras todos charlaban, él la estudiaba detalladamente. A cada comentario que hacían sus “parceros” el examinaba su fisonomía. Trataba de buscar algo para decirle, pero tenía miedo de que lo que le dijera fuera muy profundo, comprometedor, y que quedaran revelados todos los detalles que él conocía de ella. Diego temía que por una “estúpida incursión” ella huyera de él. Pasaba minutos enteros mirándola. cuando de repente ella sentía el calor de sus ojos sobre su cuerpo, y levantaba sus grandes ojos azules casi grises, los mismos que tenían esas pestañas que colgaban tan majestuosamente de esos parpados, Diego cambiaba la mirada rápidamente pero con naturalidad, como si fuera casualidad que él la observaba.
El no se daba cuenta de las cualidades que tenia, al parecer no se percataba de que era el estudiante más brillante de su clase de matemáticas. O tal vez es que eso no tenía importancia si no era amado por ella. No solo rehuía la mirada de mariana sino de casi todos, al parecer él se sentía indigno, como si no valiera o como si los demás pudieran leer “sus patéticas intenciones”.
El tiempo pasó y Mariana ya reconocía a Juan Diego como uno de los chicos de su grupo. lo saludaba, el se sonrojaba un poco y con un “hola” disfrazado de suspiro respondía forzadamente. Era lo máximo que podía hacer si cuando ella pasaba por su lado, la piel se le calentaba y su tensión subía. Incluso el probaba que cuando mariana iba a pasar cerca de su lado, se las arreglaba para que su largo cabello liso y castaño rozara su piel. Esto lo erizaba.
Después de pasar algunos meses juntos mariana aprendió a conocer las miradas de diego, e incluso a veces le gustaba jugar a sorprenderlo para ver que reacción tomaba, ya que en ocasiones su pálida piel se tornaba roja de repente y ninguno de sus amigos lo había notado, pero ella si, y sabía que era la culpable. Al principio él lo intentaba con todas sus fuerzas, y cuando iba a dirigirle la palabra, se llenaba de valor al tiempo que llenaba de aire su pecho. El ritmo de su corazón se aceleraba y el tono de su piel comenzaba a enrojecerse. Cuando por fin estaba dispuesto a tomarle la mano como un galán, ella cambiaba de posición y el, en un movimiento torpe apartaba la suya tan rápido como podía, un acto reflejo de espanto. A pesar de todo este jueguito, diego prefirió quedarse en las sombras y nunca actuar. Hasta que un día, ella necesito ayuda en su taller de matemáticas… FIN

Texto agregado el 18-06-2012, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


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