Sentir un roce suave.
Reír de lo solemne.
Encontrarse en el otro.
Dos ojos transparentes.
Mirar la propia sombra
sin culpa, sin temor.
No callar un “te quiero”.
Esa mano apretada
El final de un acorde.
Una noche estrellada.
En ese instante Dios,
con mis ojos miraba
Texto agregado el 17-06-2012, y leído por 203
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