Unas migas se disuelven en el lago.
El verbo vida comienza a conjugarse
sin que una sola pregunta lo detenga.
Tatuado de destino sigue respirando
el prolegómeno de la transformación,
con incansable perseverancia, abajo,
en la ignota geografía de lo oculto,
recibe la vegetación diminutas sobras.
Ávidas bocas, prontas, se descuidan
al regalarse el extraño festín de hoy.
Abandonado a las caricias de la ondas,
a media agua, se muestra la tentación,
fulgurante de un cebo con corazón de lobo.
A mala hora van en su conquista, los ávidos
consumidores de ofertas irresistibles.
Alevosa, se tensa la oferta en el incauto,
un salto final, lo eleva por la cresta
de las aguas, cesando todo, salvo el llanto.
Con la certeza de haber tomado su objetivo,
saludando, feliz, sonríe el vendedor. |