En el amplio recinto solo se escuchaba la voz del predicador, mientras que todos los demás guardaban silencio; extraña mezcla de emociones había en el aire, por los tres acontecimientos que se celebraban al mismo tiempo.
Tres generaciones de una misma familia estaban al frente, dos varones, tres mujeres y un cúmulo de sentimientos encontrados dentro de cada uno de ellos. Un ataúd, dos sillas, una de ellas vacía y una cuna presidían todo el frente; en la cuna estaba Mack, el único descendiente varón en muchas generaciones, custodiado por su abuela Marie. En las sillas estaba la madre de Mack, Danielle y una estrella de plata, la cual representaba a su padre, desaparecido en la batalla de hace un par de días. En el ataúd estaba su abuelo Brett, muerto al ayudar a desalojar a la colmena que había invadido el refugio.
Primero fue la extraña boda, extraña al no estar la pareja completa; después de ello el predicador tomó al bebé en brazos, y con una oración y agua bendita lo bautizó, que después es entregado a su abuela, quién con lágrimas en los ojos lo deposita en la cuna. Pequeñas gotas de agua brillan todavía en la frente del bebé, sin embargo no llora, su mirada es atenta, como si entendiera que está pasando. Por ultimo toda la atención del predicador se centra en el ataúd que está en el otro extremo, donde yace el cuerpo del viejo Brett, su semblante pálido aún conserva un poco del nerviosismo que vivió en sus últimos momentos.
Cuando todo ha terminado el recinto se vacía lentamente, hasta que solo quedan Marie, Danielle con su bebé en los brazos, y el ataúd que lentamente cierran. Dan el último adiós a quien dio su vida por ver ese momento hecho realidad, y abrazándose dan rienda suelta al dolor, no hay celebración, solo tristeza. |