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Diario de viajes del señor Mendel
8 Horas de viaje a Moscú
El tren iba lentamente por las viejas vías de metal oxidado y corroído por el agua y el desgaste de cuarenta años de servicio.
Tomé el tren de la región del Volga sin saber nada de ruso. Ni siquiera para saludar o preguntar a donde dirigirme si me perdía. En fin decidí ir a conocer toda la región de la histórica Moscú, la tierra madre de las revoluciones, la primera nación que respetaba el derecho de igualdad para todos, etc.
El tren era enormemente grande. ¡Gigantesco para ser exacto! Ese tren fue la máquina más grande que yo alguna vez hubiera visto en toda mi vida: Tenía decorados de marfil, remachados en bronce, puertas de madera de encino y mil y un maravillas que mis humanos ojos pudieron alguna vez mirar, pues su lujo era incontable para que yo lo narre en esta obra.
No aburriré al lector narrándole la belleza incontable de esa hermosa máquina (aunque no puedo negar que el té de ese viaje había sido el mejor de mi vida) pero en fin; mi viaje se había demorado un poco antes de salir de la estación de la ciudad Minsk Tomé mi asiento pero mi sorpresa se dio cuando vi que en mi asiento había un sobre que decía en la cara superior diciendo:
“Estimado Sr. Mendel. Lo esperamos en Moscú”
En ese mismo instante me puse frío ( cosa que no debía de pasar siendo yo un detective)
Pero lo único que me asustaba era ¿Quien pudo poner esa carta ahí sin que yo lo viera salir del vagón mientras yo entraba? ¿Quien me esperaba en Moscú apenas bajara yo del tren? Así era como a mi mente la aturdían miles de preguntas como esa. De esas que no tienes casi una respuesta lógica para ellas. En fin decidí mejor seguir mi rumbo a esa misteriosa ciudad.
Fui a recibir un poco de aire fresco al balcón de uno de los vagones, cuando regresé vi, que una hermosa muchacha se había sentado en el frente de mi asiento, yo solo me senté a su lado. Ella se volteó hacia mí y me dijo:
- ¿Usted es el señor Mendel verdad?
Yo me voltee para verla y le contesté:
- Si, ¿cómo supo usted mi nombre?
- Usted es muy conocido en Moscú por su trabajo.
- Gracias –ella soltó una pequeña sonrisa-
Durante todo el tiempo que duró el viaje a Moscú, esas 8 largas horas de viaje se sintieron tan cómodas y rápidas como cuando uno duerme y siente esa paz y tranquilidad de saber que no está solo.
El tren rápidamente llegó a Moscú .
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Texto agregado el 14-06-2012, y leído por 123
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