CuentoC4
inicio martincruz
desarrollo SirMiliano
3 desarrollo hacia el final kone
4 final musas muertas
Entre los trigales
*
El sol de la tarde, transformado en un plato oval color naranja, tras inútiles intentos de mantenerse radiante, ha comenzado a sumergirse en las llanuras del oeste.
Los últimos rayos reverberan el trigal, la ventisca pincela ondas oro y danzando al compás de una armoniosa sinfonía, van convirtiendo el campo de trigo en un inmenso mar rojo. Todo aquí está en calma, todo huele a maduro.
Dos hombres caminan por un ancho sendero dentro de ese mar. Sus sombras largas y difusas se proyectan casi horizontales; lo cortan, lo abren en dos partes como si fuese con la reja de un arado, teniendo el trigo como muro a su izquierda y a su derecha
*
Un futuro oscuro y próximo se acercaba a ellos con la promesa de aplastarlos como en otros tiempos las aguas del Mar Rojo a los fragorosos carros del Faraón. Allá, ahogados en las saladas aguas, aquí, en rojos trigales. El atardecer presagiaba con su color otros rojos, más violentos.
Caminaban hacia lo profundo de la plantación para no ser oídos ni interrumpidos. Sus pasos de plomo se desviaron por una apertura más angosta que los depositaría en un claro, casi al medio del trigal. Habían definido que ese era el lugar indicado. Un último destello solar hizo brillar las armas que cargaban en las cinturas como los ojos de un gato de noche y un frío estupor recorrió los aires con presagio a sangre derramada. Sin embargo ninguno aminoró la marcha. Avanzaban a medida que la sombra que antes abría la tierra se esfumaba en el sopor de una nueva noche, quizás la última.
*
Carlos y Santiago, llegaron hasta una pequeña área arbolada. Observaron temerosos el disco lunar que ahora dominaba. En su temor, les parecía que esa noche era mas grande y su luz más brillante. No pudieron evitar contener el traicionero temblor que corrió por sus columnas. Debían darse prisa. Era la única oportunidad que tenían de terminar con esa matanza.
Tomaron sus armas y procedieron a cargarlas. La plateada munición que esperaban, terminara con el sufrimiento del pequeño poblado, donde hacía un año, Santiago perdió a su querida Matilde.
A lo lejos, captaron el sonido que suscitó muestras evidentes de temor, de rabia, de resignación. Un prolongado aullido que parecía provenir a millas de distancia y sin embargo, se arrastraba a través de las espigas de trigo. Los rodeaba, olfateaba su miedo e implacable en su naturaleza, se concentraba en el aullido amenazante.
Sin perder más tiempo, ambos asieron firmemente sus armas y espalda con espalda, se movieron entre los árboles esperando el ataque de la bestia.
*
Un viejo libro de hechizos y conjuros les había confirmado lo que las películas y libros de ficción aseguraban. La única forma de matarlo, una bala de plata a través del corazón de la bestia. Werewolf para los ingleses, Hombre lobo para los de habla hispana, ya no era un personaje de ficción, desde un año y medio era la maldición del poblado.
Santiago el menor, junto a su hermano Carlos habían jurado eliminar al monstruo que había matado y se había alimentado con Matilde. Hace un año solo encontraron su ensangrentada ropa en un claro del trigal.
La luna llena llega a su esplendor en el cenit de la noche. La bestia esta cerca. Ellos están preparados. Por meses han esperado este momento. Estratégicamente se han colocado frente a la brisa nocturna, a pesar de su fino olfato la bestia no podrá olerlos. En silencio escuchan los mas mínimos sonidos del bosque junto al trigal. Saben que saldrá por ese sendero.
Sus pistolas cargadas con balas de plata apuntan al claro. Les llevó todo un año buscar crucifijos y medallas bendecidas para fundirlas en los proyectiles que hoy definirían el final de la historia, la venganza de Matilde.
Primero un rumor, luego unas hojas secas que se quiebran, unas ramas que se mueven y de pronto aparecen dos ojos luminosos, inyectados con sangre reflejando la luz de la luna.
Dispararon al unísono, El gigantesco lobo herido cargó contra Carlos. Este disparó una sola vez más, su arma voló de un zarpazo. Santiago gritando disparó sobre la bestia hasta casi agotar el cargador pero ya era tarde, las mandíbulas del monstruo habían destrozado la garganta de Carlos que con ojos vidriosos miraba moribundo a su hermano.
La última bala entró en la recamara con un lúgubre "clack". Santiago apuntando entre las lágrimas disparo el último tiro. La bala de plata atravesó limpiamente el corazón del hombre lobo. El engendro cayó fulminado sobre el cadáver de Carlos.
Santiago llorando, se acerco y dio vuelta el cuerpo de la bestia justo a tiempo para presenciar la transformación. A la luz de la luna el monstruo se fue convirtiendo en hombre, aunque para ser más preciso, y ante el estupor de Santiago, el hombre lobo no termino en hombre sino en mujer, y no cualquier mujer sino Matilde, su Matilde. Oyó a sus espaldas un espantoso gruñido,que fue lo último que escuchó Santiago en su vida.
|