Pastolazza, el leñador, acarició el pelo plateado de Pendexus, su fiel perro, mientras afuera la niebla se apoderó de la calle mojando el empedrado de la cabaña enclavada en la alta montaña. Sentía el lamido en sus manos y los ojos mostraban esa mezcla de mirada cándida y maliciosa cuando realizaba alguna travesura. Esta vez había escondido, probablemente enterrado sus calcetines en represalia por no haberlo llevado al Rocalloso, lugar cercano al acantilado donde solía ir a pescar. Se sentía el olor penetrante del café recién molido y pasado a través de una tela que actuaba como filtro a la manera artesanal del tiempo de los abuelos.
Sonia lo esperaba al inicio del camino con un paraguas abierto ya que la garua empezaba a hacerse notar. Ingresaron a la casa y después de tomar el aromático café ella le mostró el análisis de embarazo positivo. Al fin, después de tanto tiempo sus sueños se hacían realidad. Él sólo le preguntó, alcanzándole el resultado del espermatograma, el significado de la palabra estéril. El prolongado silencio fue la respuesta. Sin embargo, Pasticho, como lo llamaban los amigos, no reaccionó con brusquedad. Atisbó los ojos de Sonia y le pareció ver la misma mirada de pendexus cuando había hecho alguna travesura…