Enrique Tenedor.
Engripado de rabia, asolado por la envidia y ciego de amor, Enrique se encontraba.
Juan Cuchara, mientras tanto, en lo suyo; adentro y afuera y vuelta a entrar. Llevaba un ritmo caótico, lleno de frenesí, mientras Enrique, lleno de ira lo miraba.
La gruesa boca de la mujer emitía una placentera aprobación mientras Juan la penetraba y una ardiente exclamación cuando este se apartaba, de tanto en tanto, para calmar el ardor de Juan, ella con su boca, la cabeza le soplaba.
Así paso el rato, Juan disfrutando y Enrique explotando, hasta que se acabó la pócima de amor. Extasiado, Juan fue apartado por la mujer y este sin mas que hacer sucumbió en la blanca manta de papel.
Enrique mientras tanto se preparaba para su actuación, la mujer lo acarició con sus sangrantes largas uñas y al fin lo tomo. El sabía lo que le espera, para eso se preparó toda la mañana y es que en ese antiguo salón, cada frío día de invierno que escribían cazuela en el pizarrón, siempre esta hermosa mujer, pedía repetición.
Buen Provecho.
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