Abro el refrigerador, saco la bolsa del colorido cereal, pero sus colores los veo apagados. Me sirvo una taza monótomamente y sin energía - en verdad no quiero comer, solo lo hago porque es lo único que no me da pereza y porque de alguno forma también es lo único que me da un poco de placer engañoso. Además el cereal es muy fácil y rápido de servir... Cuando lo como, no saboreo nada, solo muerdo masa de trigo de forma casi inconciente; y la leche no me refresca... Entonces, me dirijo a mi habitación con la taza, sin preocuparme de guardar la bolsa de cereal. La computadora está en la desarreglada cama; no hay nada abierto... Decido escribir algo... Lo hago sin mucho pensar ni revisando el diccionario. Como no quiero pensar mucho, narro mi último evento. En eso, termino mi cereal. Después de tener la mente en blanco por un instante, vuevlo a ver la taza vacía. Como no estoy de ganas para nada, no tengo fuerzas para elegir. Me preparo psicológicamente para el simple hecho de levantarme y caminar; cuento lentamente hasta diez; agarro la taza y me levanto. En la cocina siento cómo pierdo más energías sirviendo más cereal. Siempre ecuánime -aunque ese ánimo que mantengo sea el de no tener ánimos- vuelvo a mi cuarto. Casi todo está oscuro, hay una lámpara caída en la mesa de noche. Pronto volvería a ver la taza vacía y hesitaria sobre si me levanto o no.