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Cómo

Cómo poder explicar una vez más que se deslicen las placas del tiempo y el orden se trastoque para dar lugar a una sucesión de causalidades fortuitas. Cómo.

Todo comenzó en un instante que pudo ser cualquiera en el infinito margen de un segundo; en un punto indefinible -como si hiciera falta- del escaso trecho entre la cama y la kitchinet. Apenas un leve temblor en la alfombra y un pequeño cubo de madera, blanco, irregular, que rueda, inofensivo. Tal vez en ese instante debió sonar la sirena de los bomberos, o aleteó entre la nieve de los pinos un pequeño zorzal que anticipa la tormenta. Tal vez Phil Collins ahogó el sutil alerta de ese instante detenido, o fue la voz interrogante de Tato Contissa en la radio haciendo borrones la mañana. Allí estaba la cucharita de madera silueta espermática, sobre la rodaja firme de radal, el blanco globo de papel pendiente que una vez más bailó en el aire y, al final del camino imaginario, la silla, el gabán del abuelo, el sombrero de paisano. De pronto, todo fue el vértigo, el incomprensible vértigo de lo inexorable, la silla que cae por el peso de un designio, acatando la orden de la torpeza intrínseca que me envuelve, y la biblioteca que se desploma sobre la pequeña mesa, vencida o desafiante, acaso. Ya no era Phil Collins sino un acorde americano, ya no había nieve ni tormentas, ya no había filmaciones postergadas ni excusas para pedir perdón por algo que en el fondo daña pero no se explica y si te hace bien, te pido perdón, y sí, me jodió, y bueno, perdoname, otra vez la bronca de no poder evitar lo inevitable, por encontrar razones cuando no es lógico pero se entiende una, dos, tres, pero no diez veces, y la misma piedra, con formas diferentes, de colores varios, destellos, rugosidades, asperezas, la misma piedra a veces pateada con furia, a veces esquivada y al caer, la misma piedra, una y mil veces, muy de hombre, muy errado, muy humano. Jacques Prevert hizo una visita inesperada a las reflexiones de Aliverti, entre páginas de Humor y frasquitos de arena variopinta. Y salieron acordes de la guitarra cuando La Gestión Municipal rebotó sobre Nuestro Bebé y fue a dar a la maceta con la débil planta de nácar. Y el pajarito equilibrista, sepultado por placas radiográficas, y los diarios, y el recuerdo, y una puerta que se abre de par en par a la vida que no quise ver y la ciudad despierta en quince grados bajo cero, la presión en ascenso y estas son las últimas noticias el gobernador de Río Negro señaló que el parlante parecía indiferente al terremoto, como los autos con cadenas que se escuchaban, allá abajo, en la calle, como el Cuyín Manzano que se banca todo sin moverse y la iglesia con sus tacos altos de virginidad incierta apuntando al cielo.

No hubo piedra sobre piedra, como en Babel y el templo y hasta echaron sal, delenda est; pero era necesario levantar de nuevo el muro, reconstruir la historia, como fuera. Como fuera. ¿Cuánto vale el orden, cuánto la desidia, el interés, la astucia, la fama, el poder; cuánto la guerra, el amor, la muerte, cuánto el instante, cuánto el silencio, la ambigüedad, el pasado, con qué se mide la insistencia? Cómo reconstruir lo inexorable, la eternidad de por si inexistente, irrepetible. Y en una eternidad quedó conformado nuevamente el templo. Dos mil años, dos horas. Las plantas en la tierra, la campanilla en el tercer estante, que era el primero, aunque ya no importa, depende desde dónde se lo mire, o cuándo, el norte, el sur, el otro o cualquiera, Olguín haciendo su descargo y La Gestión Municipal de paro dejando escapar un último instante de cordura. Terminó. Universo nuevo. Está barrido el pasado y la alfombra, con fuerza, con furia, con rabia, con culpa. Con cariño. Con renuncia. Descansar.

El cubito parecía firme, parecía irreductible. Y sin embargo. Apenas un instante, otro, como si fuera el mismo, y el pequeño cubo que se cae, indiferente, rueda, y el estante que reclama el suelo, que no acepta el orden, que se niega, que sigue, burlón, el juego de un demiurgo que ya no quiere más jugar, ya no más, que espera un poco de cordura, un poco de lógica, un poco de respeto…

Cómo poder explicar, una vez más, que se deslicen las placas del tiempo y el orden se trastoque, para dar lugar a una nueva sucesión de causalidades fortuitas; cómo poder explicar lo inexplicable. Cómo.

Texto agregado el 12-06-2012, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


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