LA VIUDA DE NEGRO 442 palabras
LEYENDA
Carlos era un joven vigoroso, valiente, a nada le temía; llegó al poblado para conocer historias espeluznantes. Había escuchado la historia que trataba de una señora que había matado a su esposo para quedarse con su amante, a los cuatro días de cometer el crimen, ella desapareció una noche misteriosamente; al día siguiente, los parroquianos encontraron su cuerpo convertido en un atadijo con una cuerda llena de grasa, le faltaba un brazo, un ojo y tenía un enorme tabaco dentro de la boca, cuando lo sacaron, estaba encendido, vestía un camisón largo y negro.
El cuerpo fue enterrado, fuera del campo santo, el cura del pueblo, no permitió que fuera sepultado en el cementerio, porque alegó que posiblemente se había suicidado y no tenía derecho a morar en el campo santo.
Carlos, escuchó esta historia de labios de una señora que tenía 70 años viviendo en el poblado. Le contó que todas las noche de invierno, en altas horas, la veían caminando rumbo a la casa donde vivía con su esposo tenía que atravesar una oscura cañada.
Carlos esperó una noche llena de bruma, neblina espesa, con un silencio aterrador para cualquiera que quisiera hacerse el guapo.
Eran las diez de la noche cuando se encaminó rumbo al solitario y aterrado lugar. Como hacía frío, llevó consigo un abrigo, un sombrero y un paquete de cigarrillos como acompañantes de la soledad.
Se acercaba la hora más temible de la noche, las doce. Sentado sobre un promontorio, le atacó un frío aterrador, sacó de su bolsillo un cigarro, buscó los fósforos, pero no los encontró, recordó que intentó colocarlos en el gabán, pero se distrajo en otra cosa, y se quedaron abandonados en la mesa del comedor.
En eso vio que alguien venía fumando, le dio mucha alegría, porque podía encender su cigarrillo. Tan pronto pudo distinguir la sombra, como venía con mucha rapidez, le grito fuerte para que detuviera su marcha:
“-Perdone usted: ¿Puede prestarme su candela-?
Seguidamente una voz cavernícola, contestó:
¡¡¡-Con mucho gusto, aquí tiene-!!!
Y le soltó una especie de tizón encendido. Cuando el señor curioso lo tomó, se dio cuenta que era una tibia humana lo que tenía en sus manos. Éste exclamó ya con mucho miedo:
- ¡Qué es esto!
A lo que le contestó la cosa:
-Es la tibia de la pierna derecha de mí querido esposo, tengo que llevarla en esta noche de frío, porque es mi maldición, tal vez mañana, llevaré la tuya-.
Carlos perdió el conocimiento.
Al día siguiente, lo encontraron tirado a la vera del camino, listo para llevarlo Al cementerio.
Reinaldo Barrientos G.
Rebaguz
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