si no soy yo soy otra, que me mira desde lejos mientras intento, de verdad que sí, estar a la altura moral de mi propia obra, que no es ninguna, porque escribir es siempre como mirarse frente a un espejo. uno distorsionado, eso si.
uno distante, mientras una voz me recorra todo el espinazo y me susurre al oído que he crecido.
que hemos crecido, todos, en las letras maúllantes, como gato pidiendo comida por la mañana.
me lleno de tinta, llevo libretas y libretas desde que tenía una edad inmemorial.
eso no importa, porque el lenguaje es en sí mismo un medio de transporte, más que de comunicación. porque el poder escribir fluidamente e inventar, una que otra vez, neologismos sin pretender saber nada más que decir algo que no sé cómo decir, es como andar a ciegas en una ciudad desconocida que siempre se está por descubrir.
entonces, la palabra cabe en sí misma como si tuviera que estar dentro de una fuente.
abro mis letras, hago retumbar las cavidades huecas de la boca como si estuviera esperando que la vida me sorprendiera otra vez, que por fin algo me asombrara como cuando no tenía la altura suficiente para alcanzar el lavamanos.
tal vez me convertí en uno de esos bichitos que cuando los tocas se enroscan en sí mismos para que no les pase nada.
lo que ellos no saben es que si los pisas, aún estando en esa posición de defensa, se mueren igual.